La escapada IV

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Llevaban corriendo un buen rato y en la calle parecían los únicos en estar realmente alterados. Consiguieron salir de milagro del recinto, ya que la policía había comenzado a rodear el hospital y el recinto de la facultad y anunciaban, mediante megáfonos, que la situación iba a estar controlada pero que nadie debía salir de los edificios hasta que ellos dieran la orden. Dio gracias de estar con aquellas dos extrañas doctoras que le habían arrastrado a la fuerza hacia la salida, ya que conocían aquello mejor que él. Le habían explicado todo lo que habían visto mientras bajaban por las escaleras del hospital y, aunque al principio no había creído aquellos cuentos, los gritos acabaron por hacer que creyera sus palabras.

Cuando la policía había terminado de acordonar la zona ellos ya se habían escondido detrás de un enorme camión de mudanzas observándolo todo. No solamente estaban colocando un cordón policial alrededor, sino que estaban vallando la zona para evitar que nadie pudiera acceder. Aquello era realmente raro.

Pero en ese momento corrían, corrían hacia la estación de cercanías donde, sin duda, podrían coger un tren y alejarse ¿Qué estaba pasando? Ni siquiera había oído nada por la radio ni por la televisión aquella mañana, y la gente a su alrededor caminaba con tanta tranquilidad por la calle que incluso se había planteado si todo era algo así como un sueño. O mejor dicho como una pesadilla.

-Vamos, la entrada está cerca- la voz de Jacky le hizo salir un instante de sus pensamientos. Por fin habían llegado a las afueras de la estación y atravesaron todo el parking a la carrera hacia las puertas automáticas –No me jodas…- murmuró de repente, parándose en seco. Delante de la puerta había dos guardias de seguridad y unas cuantas vallas que impedían el paso.

-Dejadme a mí- dijo Lluvia. Ahora la veía más tranquila que cuando la conoció en plena escapada. Al parecer la carrera les había despejado ligeramente a los tres y había conseguido que, vieran lo que vieran aquellas doctoras, se les fuera de la mente. Vio a la mujer acercarse con un curioso contoneo de caderas que se le antojó incluso algo erótico. Jacky y él se acercaron un poco también, manteniendo las distancias.

-Señorita, no puede pasar, lo siento, la estación está cerrada- dijo uno de los guardias, dando un paso hacia delante.

-¿Cómo va a estar la estación cerrada? ¡Si no han dicho nada en la radio! Y yo necesito volver a mi casa, señores, al igual que mis dos compañeros- su voz sonó tranquila, casi hasta dulce ¿Quién podría decirle que no?

-Señorita, nosotros solo cumplimos órdenes de la policía. Por problemas ajenos a las líneas de metro y cercanías todas las estaciones han sido cerradas hasta nuevo aviso y el servicio se ha cortado. Si necesitan ir a casa pueden coger un taxi o la línea de autobuses urbanos.

-Entonces… ¿No hay servicio de cercanías?- se acercó un poco más y se reclinó hacia delante ¿De veras era una mujer y no una niña? Porque sus preguntas, sus maneras de hablar y sobretodo sus gestos se parecían más a los de una niña pequeña que a los de una mujer con la carrera de medicina. Ambos guardias intercambiaron una mirada nada disimulada antes de que el segundo se adelantara un poco también.

-Escuchen, no sabemos lo que está ocurriendo, sabemos lo mismo que ustedes- enarcó ambas cejas y miró hacia Jacky, cuyo gesto dejó un claro “eso decís vosotros” en el aire -. Han cerrado todas las líneas de cercanías y han ido dejando los trenes en las cocheras, todo por órdenes policiales.

-Al parecer están haciendo exactamente lo mismo con el metro. No quieren asegurar nada para que no cunda el pánico… pero creemos que se trata de algún aviso de atentado, ya saben- tuvo que apresurarse a taparle la boca a la pelirroja antes de que estallara en gritos. Posiblemente ellas sabían más que él y que esos pobres guardias. Les miraron a los dos unos instantes y él agradeció que ambas se hubieran quitado las batas ensangrentadas.

-Gracias por la información, procuraremos no decir nada- la voz de Lluvia volvió a alzarse en aquellos tensos segundos, relajando el ambiente -. Jacky, Marcos, vamos a coger un taxi y volvamos a casa- ¿De veras? Realmente menos era nada, pero les iba a salir la gracia por un ojo de la cara. Suspiró, destapándole la boca a Jacky, y decidió seguirlas sin oponer resistencia; al fin y al cabo le estaban sacando de allí sin conocerle.

Los tres caminaron de nuevo pero Lluvia, que llevaba la cabeza del grupo, lo único que estaba haciendo era dar una vuelta alrededor del edificio hacia un descampado cercano. De repente el sonido del móvil hizo que los tres dieran un bote por el susto, pero la castaña se apresuró a sacar el teléfono, descolgando bajo la atenta mirada de ambos.

-¡Ey cielo!... Si, si, estoy bien, estoy bien… No, no estoy en el hospital me he escapado de allí ¿Puedes venir con el coche? Te debería la….- empezaron a ver que el rostro de la mujer se iba poniendo más y más pálido, parecía incluso temblar. Pero, de repente, comenzó a caminar con mucha más rapidez hacia el descampado, sin soltar el teléfono. Miró a Jacky y, tras asentir ambos, la siguieron raudos. No sabía con quién estaría hablando, pero por aquella expresión posiblemente habría visto lo mismo que las dos doctoras ¿De verdad era la cosa tan grave? -¡¿No me fastidies?! Yo estoy en Chamartín… Fuera, pero voy a saltar la verja, sí… Hecho, nos vemos ¡Te quiero!- colgó el móvil y, con un hábil movimiento, la vio trepar la verja de acceso a los andenes, una que habían colocado tras las obras de los grandes rascacielos y por la que, como pudo comprobar, más de uno podía colarse.

-¿Quién era, Lluvia?- preguntó la pelirroja.

-Vamos, saltad, vienen a por nosotros en tren. Es una larga historia- les hizo una señal con la mano para que se apresuraran. Prefirió quedarse el último para ayudar, como buen chico, a la otra mujer. Colocó las manos a buena altura para que ella se subiera y así impulsarla a saltar; con la corta falda que llevaba le resultaría difícil hacerlo sola. Una vez arriba, luchó por no hacer como cualquier muchacho de su edad y apartó la mirada de la erótica perspectiva de sus nalgas. Aprovechó para coger carrera y salto, agarrándose a lo alto de la verja y trepando para saltar al otro lado.

-Sí que hemos tenido suerte ¿no? Parece hecho adrede- dijo tras suspirar largamente.

-Es posible- bromeó la castaña. Estaba de buen humor, de demasiado buen humor para la situación en la que se encontraban -. Vincent, mi ex pareja- aclaró, posiblemente para él –viene con un grupo de personas desde la Universidad. Por lo que me ha dicho allí también ha habido un brote de esas cosas y han conseguido salir y robar un tren. No sé de quién habrá sido la idea, pero le voy a comer a besos.

-Igualmente podríamos haber cogido un taxi, cielo- dijo la pelirroja, riendo.

-Pero nos habríamos gastado un montón de dinero y ahora somos tres a sobrevivir con lo que tengamos ¿no?- sonrió. Ahora que las veía bien las dos mujeres eran tremendamente guapas, Lluvia, la castaña, era un poco más del montón, pero tenía una luz propia que la hacía sobresalir. Jacky, sin embargo, era un portento de mujer, de hecho le recordaba ligeramente a Alma… ¿Cómo estaría ella? La había conocido hacía pocos días pero desde entonces no se podía quitar de la cabeza aquella traviesa y altiva mirada. Esperaba que estuviera bien.

-¡Ahí viene el tren!- exclamó Jacqueline, señalando al horizonte. Giró sobre sí mismo y a lo lejos apareció, rápido, un tren de cercanías que iba a hacer su entrada, por lo que parecía, por el andén tres. Los tres saltaron a las vías y atravesaron las dos primeras para subir a lo alto del andén siguiente. El tren se detuvo a mitad del camino, ni siquiera esperó a entrar del todo. Ahora podría conocer a sus nuevos salvadores.

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⏰ Última actualización: May 08, 2014 ⏰

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Pandemonium: InfecciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora