Sentimientos

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Lo prohibido se vio mezclado con amor y desató la furia del cielo...

Aún recordaba todo como si hubiera sido ayer, su rápido y furtivo escape bajo el frío y oscuro manto de la noche sin tener oportunidad de llevarse mas que un poco de ropa y no poder despedirse debidamente de su congregación, tenía que irse antes de que fuera encontrado o de otra forma todos ahí terminarían en medio de una disputa que no les correspondía. Una pequeña iglesia alejada del ajetreo de la gran ciudad fue donde encontró su paz, su vocación y eso era su felicidad, había decidido entregar su vida a tan maravillosa devoción y al poco tiempo de fallecer su madre empacó lo poco que poseía dispuesto a cumplirlo, sus hermanos le apoyaban y sentían orgullo por el valor que poseía, mas aún sabiendo lo que opinaba su padre.

-En cuanto regrese y note tu ausencia sabes que te buscará ¿verdad, Shouto?- dijo su hermana mayor de nombre Fuyumi, desde el umbral de la habitación del entonces adolescente lo veía empacar. No lo culpaba por tener que recurrir a irse de tal forma pues solo así se evitaría un conflicto, si tan solo el orgullo de su padre disminuyera un poco quizás podrían llegar a resolver todo.

Su difunta madre alguna vez lo dijo, Enji Todoroki no era una mala persona simplemente era obstinado y orgulloso al ver amenazados sus planes o al sentir que perdía control en ciertas cosas, dejando de lado eso era un buen padre. Sin embargo su negativa a aceptar la nueva vida que quería tomar el mas joven de sus hijos era lo que mantenía tenso el ambiente, hasta ese momento el adolescente solo creía que era un enojo sin razón y tardaría algunos años en entender lo que se escondía tras el tajante rechazo a su decisión.

-Lo sé y es por eso que no le diré a nadie de mi paradero, si les pregunta no tendrán que mentir- contestó pasando al lado de Fuyumi y bajar hasta la entrada principal -solo les pido que no se preocupen ¿si? tarde o temprano les daré noticias sobre mi, no olvides dejar rosas frescas en la tumba de mamá- con una sonrisa relajada y unas ultimas palabras de cariño se despidió de su hermana mayor e inició su trayecto en el cual su fé le sabría guiar.

Los años pasaron y su vida en la iglesia era lo que siempre buscó, dedicando su vida a esparcir las letras llenas de fé para dar alivio a los necesitados y enderezar las vidas de quienes llegaban arrepentidos al recinto, en su opinión no había nada mejor que ofrecer apoyo a todas las almas que se acercaran al camino del señor.

Fue una pena tener que renunciar a todo de forma tan abrupta y para colmo que ni siquiera hubiera sido por deseo propio. ¿Como había sido descubierto? quiso suponer que fue simplemente una carta interceptada, no cuestionaría la lealtad de sus hermanos.

Agradecía que Fuyumi lograra avisarle a tiempo pero no por eso su pesar desaparecía, al irse solo pudo despedirse de un amigo que igualmente era sacerdote llamado Iida y eso fue todo, el carruaje comenzó su andar dejando detrás la vida que tanto amó.

La vida en soledad no le molestaba, era relajante y le permitía mantener sus preciados momentos de oración sin embargo tuvo que dejar de ejercer y solo vivir como un hombre devoto, algo injusto pero que estaba bien si así no volvería a ser alejado de nada. El día que se encontró con ese ángel no daba crédito a lo que sus ojos veían, si, ya los había visto innumerables veces en pinturas y figuras religiosas pero tener uno de frente era casi como un sueño e incluso tenía que admitir que era mucho mas hermoso de lo que una imagen podía mostrar, sin duda alguna había quedado cautivado.

Después de salvarlo vio el temor reflejarse en los orbes esmeraldas del ser divino, sus ropas y alas blancas hacían resaltar aún mas esa mirada haciéndole sentir todo casi irreal, sin pedirlo el cielo le había dado una muestra de aquello en lo que siempre creyó con todo su corazón.

Prohibido | #BNHAwards18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora