NINTH

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Caminamos por las calles no nos importa el cuidado. Los dedos medio en el aire. Así que ven y únete a nosotros si te atreves. Somos jóvenes, corremos libre. Quedarse hasta tarde, no dormir. Tenemos a nuestros amigos, vamos a estar bien.









Diciembre del 2000.

Camina sin preocupaciones silvando una canción que recién escuchó en la radio, no recuerda el nombre pero el ritmo era pegadizo. Dobla en una esquina, las farolas apenas y alumbran las calles, son más de las 9 de la noche y el frío es insoportable, por eso no le parece raro no ver ni un alma fuera de sus casas. ¿Porque quien en su sano jucio dejaría el calor de su hogar para vagar por las calles tan noche? Este semestre asiste a clases vespertinas, las cuales se prolongaron más de la cuenta y con exámenes finales más cerca que nunca, se pasa la mayor parte de su tiempo en la biblioteca, pero no le molesta, eso es lo que le gusta.

No se puede permitir el lujo de reprobar algún examen, no por nada se ha partido el lomo estudiando día y noche, para así poder ser siempre el orgullo de sus padres. Que valga la pena el sacrificio que hizo para dejar su caliente y acojedora Hawaii, hace ya dos años.

Está a dos cuadras de llegar al área Departamental en el que vive. Siendo tan tarde el bus no da la ruta completa, por lo que la parada está tres cuadras atrás y debe caminar. Sus padres pueden comprarle un auto pero se niega a hacerlos gastar más de la cuenta, por eso prefiere tomar el transporte público. Aparte si el llega a tener un auto quiere ser capaz de pagarlo el mismo. No es un jodido hijo de papi. Ajusta las correas de su mochila y sube el cierre de su chamarra de mezclilla, la cual no evita que sus huesos duelan a causa del frio. Ahora sabe que eligió mal su atuendo ese día.

Camina a pasos rápidos, desea llegar a su apartamento y comer algo humeante y caliente. Del sólo pensamiento su estómago suena en protesta.

A lo lejos bajo la luz de una farola, mira la silueta de dos cuerpos, uno más bajo que el otro. Observa como una de las siluetas gesticula exageradamente con los brazos, mientras la otra está estática. Reduce la velocidad de sus pasos pero su mirada sigue fija en los desconocidos.

Hace todo lo posible por no llegar rápido y tener que pasar frente a ellos ya que entre más se acerca sabe que están discutiendo. Reconoce a la chica que era la que gesticulaba, se podria decir que es su vecina ya que vive en el departamento del edificio de enfrente y al parecer con el que discute es su novio en turno.

Rita Ora la vecina de la cual él siempre ha estado atraido. Ella es linda y amable con todo el mundo, menos con él, la mayoria de las veces es rebelde y grosera, tratandolo como si fuera basura. Y eso es motivo para sentirse atraído por ella de una manera que jamás pensó le llegará a pasar. El sólo hecho de hacerla doblegarse y soltar ligeros sollozos a causa de un cinturón o incluso su palma golpeando su piel lo excita de sobre manera. Quiere hacerla saber que detrás de esa faceta rebelde hay una pequeña sumisa dispuesta a complacerlo en lo que el pida. Ponerse de rodillas con tan Sólo una orden. Sólo bastó que un día que la vio en bragas a través de la ventana entré abierta. Que justamente queda frente a  la pequeña ventana de la habitación del moreno, la cual sólo la escaleras de emergencia los divide, gracias a esos pocos segundos sus ganas de follarla no desaparecieron nunca.

Sabe por el carácter de la chica, que doblegarla será todo un reto, pero el ama los retos y más si necesita usar la disciplina y unas que otras nalgadas para conseguirlo.

Las voces frente a él lo hacen volver a la realidad.

"No te voy a creer una mierda, no soy el único con el que te revuelcas puta". Después de esas palabras es testigo de como la mano del tipo es alzada en alto y sin más se estampa en la mejilla de la chica. Haciendo que su rostro de vuelta hacia un lado.

Daddy Brunz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora