Capítulo 8. Déjanos en paz....

218 8 8
                                    

DOS MESES DESPUES DE LA MUERTE DE SU MADRE.......

Voy vagando por las calles del centro de la ciudad sin rumbo fijo. Necesito aire fresco para desconectarme un poco del acoso por parte de mi padrastro, acoso que llevo tras la muerte de mi madre sin descanso alguno, insistiendo en que vuelva a Madrid.... que trabaje para él.  No sé porqué sigue insistiendo en ello. Pero en estos momentos no puedo pensar en nada...no me concentro....está todo tan reciente que me está costando superarlo día trás día. La echo tanto de menos.....Ayer pensé en ella de nuevo.... creo haber percibido hasta su olor carcterístico ... --ése que tanto me gustaba--..... bailando sobre el espacio de mi habitación. Por un momento he sentido cómo si me  abrazara  de nuevo, dejándo su perfume embriagador sobre mi cuerpo, cómo hacía  con todo lo que tocaba....su manta preferida...sus sábanas de la cama...sus toallas....sus ropas......todo miéntras estaba con nosotros....cómo antes.

Miro a mi alrededor y todo me parece vacío, incluso la cafetería Roma,  a la que tanto nos gustaba venir,  que hoy  precisamente está abarrotada de personas en su interior, sin ella la encuentro vacía. Sigo sin creerme lo que ha pasado. Sabíamos de sobra que este duro momento llegaría, pero tenía esperanzas de que todavía tardaría en llegar. Siento que mi vida se a apagado....lo veo todo oscuro...ya no tengo ganas de vivir.....

Escucho unas risas de niños pequeños cercanos a mí, jugando en la calle....miro atraído por su excitación. Dos de ellos, que no tendrían ni diez años, juegan animados con unas peonzas, me asombro al verlas puesto que no son las típicas de madera con las que yo acostumbraba a jugar. Eran de plástico duro y de colores, azules, rojos, verdes.....los cinco chicos se entretenían jugando animadamente con su juego, mientras yo embelesado por sus risas no dejaba de mirarlos....mirando el cómo las hacían bailar en el suelo de asfalto todavía caliente por el calor del día. Recordé entonces mi infancia, junto a mi madre, hermana y abuelos, en la finca en la que vivímos ahora Noelia y yo, sólos... --completamente sólos-- ...recordé cómo mi abuelo ejercía de padre y me enseñaba juegos de mi época y de la suya, ya que él también en su infancia jugaba con ello. Yo lo miraba embobado cómo con la cuerda abrazaba la peonza dejando un extremo sin liar del cuál sobresalía una chapa aplastada y se lo apoyaba entre los dedos de una mano, para luego soltarlo bruscamente sobre el suelo, haciendo que bailara ràpidamente durante mucho tiempo, me gustaba ver cómo lo hacía....y más cuándo se agachaba cómo podía a recogerlo --ya que sus achaques y sus dolores no lo dejaban a veces-- ...y lo  apoyaba cuidadosamente  en la palma de su mano con una habilidad sorprendente, mientras  la peonza seguía bailando alegremente sin parar. 

Mis pensamientos volviéron a la realidad al escuchar  a varias de las madres de los pequeños llamarlos para cenar y cuyos niños contestáron con la tristeza en sus rostros  el típico --un ratito mas--  seguidos de lloriqueos y patadas....no pude disimular una sonrisa, puesto que yo hacía lo mismo cuándo estaba ilusionado jugando con algo que me divertía de verdad y que sin darme cuenta el tiempo había pasado muy rápido.  Los gritos de los chicos pasáron al enfado de las madres. Dichas madres lo único que pudiéron hacer para conformarlos fué decirles, que después de cenar, bajarían otro ratito con ellas para seguir jugando, ya que a esas horas la noche las acompañaba refrescando un poco.... Aunque estamos a principios de octubre, sigue haciendo  bastante calor por las mañanas, aunque no es cómo en pleno verano, todavía tenemos que aguantar ese calor asfixiante por el día y que llegando la noche nos dá  una tregua bien merecida,  pudiendo salir un rato a pasear, tomarse un helado o simplemente reunirse con los amigos.

Continué mi camino por aquella barriada que no conocía en absoluto, y que se encontraba lejos de la finca. No me había dado cuenta de todo lo que anduve metido en mis pensamientos. Mis pasos me llevarón a una calle ya no tan céntrica, pero de igual belleza, puesto que sus edificios y casas de alto nivel social, destacaban de las demás barriadas que sí conocía de los alrededores.  Seguí caminando sin perder de vista esas casas con los escudos de las familias en la parte superior de las puertas de entrada. Se notaba señorío y elegancía en cada una de ellas. Se conoce que era una zona bastante destacada de la ciudad. Me gustó el sitio para pasear, era limpio y silencioso, cómo a mi me gustaba en este momento tan duro de mi vida. A partir de ahora esta zona sería mi lugar preferido para el refugio de mis pensamientos. Continué caminando, pensativo....hasta que me dí cuenta de que unas llaves golpeáron en mis zapatos  negros de punta de pronto. Miré hacía ambos lados de la calle, pensando que su dueño podría estar cerca. Cuándo de repente, mi vida se paró en segundos. Mi corazón dió un brinco al mirarla. Me quedé allí, parado sin dejar de mirarla... me sentía hechizado por su forma de caminar hacía mí en busca de sus llaves. Entonces me dí cuenta de que se había agachado a recogerlas y sin más hice lo mismo e intenté de incorporarla  sujetándola por sus brazos....impidiendo así que recogiera  en segundos sus llaves.....

UN ANGEL CAIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora