Capitulo 3 Parte II

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-Te aseguro que no era esa mi intención -afirmó y tragó saliva.
Apartó  los  ojos  de  la  carretera  y  fijó  su  mirada  en  los  intensos  ojos verdes de Sakura. Su  mirada  reflejaba  auténtico arrepentimiento. Su remordimiento resultaba tan franco como su falta de tacto. Pero había algo más. Algo latente que palpitaba en el fondo del iris.
Y Sasuke, durante un instante de temeridad, sopesó la posibilidad de preguntarle si pensaba que era un hombre atractivo.

"¡Dios mío! Una sola tarde en su compañía y ya estoy tan desequilibrado como ella".

No  se  había  percatado  que  la  locura  estaba  apoderándose  de  su  sentido  común.  Se  sentía  incapaz de proseguir esa conversación, así que encendió la radio en busca de alguna emisora local que radiara los cambios de la Bolsa con la esperanza de que ella comprendierala indirecta.Unos  segundos  después  apareció  ante  ellos  el  estudio  de  baile.

Minutos  antes  había  sentido  verdadero espanto ante la inminente lección, pero le alegraba poder ocupar su mente en otra cosa. Giró en la rotonda y aparcó en el espacio reservado a tal efecto.

-Ya hemos llegado- anunció y apagó el motor. En el interior, una adolescente de cabello rojizo que tendría en torno a los 16 años estaba sentada detrás de  una  mesa  de  roble  bastante  astillada. 

Sasuke aguardó  pacientemente,  cambiando  el  peso  de  su  cuerpo de una pierna a la otra, mientras la joven terminaba de atender el teléfono. Experimentó un cierto regocijo perverso al observar que Sakura parecía tan incómoda como él. Hacía remolinos con los rizos de su melena en actitud ausente y Sasuke dudaba que fuera consciente de ello.
Por  fin,  la  recepcionista  colgó  el  teléfono  y  se  levantó. 

Llevaba  leotardos  y  extendió  los  brazos  a  modo de saludo, en un movimiento totalmente coreografiado.

-Buenas tardes -saludó con un fuerte acento sureño-. Soy Madame Moegi.

"Tiene que ser una broma". Un extraño sonido escapó de la boca de Sakura, algo que había nacido como una carcajada, y que disimuló de la mejor manera que pudo con un falso estornudo.

-Es un placer -acertó a decir. Moegi revisó el libro de citas, abierto frente a ella.

-La fiesta de los Hyuga-. ¿Clases privadas para el baile de la recepción? Sasuke  se  limitó  a  asentir  mientras  pensaba  que  la  chica  encajaba  mal  con  el  apelativo  de  Madame  Moegi.

Acompañó a la pareja a lo largo de un estrecho pasillo hasta un amplio estudio con suelo de madera noble y una pared de espejo. Paralela a la pared de espejo había una barra y la incomodidad de Sasuke se  duplicó.  Si  alguien  pronunciaba  alguna  de  esas  perversas  palabras  francesas  como  plié o pirouette, saldría de allí al instante.
Moegi se deslizó hasta el equipo de música y rebobinó la cinta.

-Poneos  cómodos  y  hacer algunos  estiramientos- dijo Moegi-.  Tengo  que  devolver  una  llamada y después iniciaremos la clase. Empezaremos con un vals, algo sencillo.

Salió  del  estudio,  cerró  la  puerta  y  los  dejó  solos. Sasuke se  volvió  hacia  Sakura,  dispuesto  a  sobornarla  con dinero para que hiciera la vista gorda.

Sakura estaba sonriendo. -¿Esa  es  Madame Moegi?  Con  ese  nombre,  uno  esperaría  a  una  mujer  europea,  demacrada,  cumplidos  los  sesenta,  y  que  llevara  un  turbante  en  la  cabeza.

Con  ese  aspecto  tendría  que  llamarse  como una de las damas de honor de Hinata. Ya sabes, Sandy, Sunny o Sissy.

-¿Realmente se llaman así? Soy incapaz de recordar ésos nombres.- Odio reconocerlo, pero yo tampoco soy capaz -dijo mientras el color asomaba a sus mejillas-. ¿Daphne, Dilly y Daisy? ¿A ti te suena bien? Sacudió la cabeza, pero hizo un nuevo intento.-¿Freddie, Farrah y Felicity? Sakura rió con ganas y el sonido de su risa lo hirió de la misma forma que la buena música.

Era una risa natural,  fresca  y  pura.  Desde  la  muerte  de  sus  padres  muy  pocas  personas  habían  reído  en  su  entorno. Hinata se limitaba a sonreír con educación y sus colegas soltaban una risotada cada vez que alguno de sus clientes contaba un chiste.

¿Cuándo había sido la última vez que había reído de un modo genuino? -Sé que dos de ellas son primas de Hinata y que la otra ha sido vecina de la familia toda la vida -dijo Sakura, interrumpiendo el pensamiento de Sasuke.

-¿Cómo?- Las damas de honor. Dos son primas y otra es una vecina.

- Ya archivó la información en algún lugar apartado de su memoria, pero dudaba que llegara a distinguirlas alguna vez. Las tres chicas, morenas y sonrientes, eran casi una réplica exacta de sí mismas. Una tenía el pelo largo, otra lo llevaba corto y la tercera lo tenía rizado. Gracias a Dios que Hinata  era peliazul o no sería capaz de reconocerla entre la multitud.
Se estremeció al instante. Esa era una idea terrible. Hinata era una mujer preciosa. Sobresalía en cualquier circunstancia y tenía que sentirse muy afortunado por que ella hubiera aceptado casarse con él.

-¿Sasuke? -Sakura  chasqueó  los  dedos-.  ¿Estás  bien?  Una  vez  salí  con  un  chico  que  tenía  esa  misma expresión en la mirada. Resultó que tenía apendicitis.

-Te agradezco la preocupación, pero solo se trata de mi aprensión al baile -señaló.

-No está tan mal -se encogió de hombros-. Claro que Hinata y yo nos hemos pasado media vida en bailes de sociedad, así que estamos acostumbradas.
Supongo que ese no será tu caso, ¿verdad?

-No, yo no crecí en una familia rica como tú. La media sonrisa de Sakura se desvaneció ante la aspereza de su tono.-

Continuara....

Una Traicionera Dama de HonorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora