En un lugar sin tiempo

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Definimos al tiempo como: "Dimensión física que representa la sucesión de estados por los que pasa la materia"; quizá esta definición puede darnos pocos datos de lo que se piensa, e incluso no explica mucho de lo que esta historia trata, pero es precisamente desde este punto donde podremos comenzar.

Hace muchos miles de años, o quizá se cuenten por millones; no podemos estar seguros. Los primeros ángeles fueron creados por una fuerza omnipotente. A su vez estos primeros ángeles, crearon otros ángeles. La finalidad era poder mantener un cierto control de lo que estaba ocurriendo en los nacientes mundos; que más tarde se convirtieron en universos; pero, por el momento nos enfocaremos en un ángel en particular. Del primero creado por la dama Jokyōkō (Suma sacerdotisa). Un ángel que a pesar de ser la mayor de sus 18 hermanos, nunca tuvo un nombre, así que solo le llamaban Meleķi (Que en el idioma de los dioses quiere decir primogénita de los ángeles); Jokyōkō vio con mucho agrado que su nueva hija llevaba a cabo de forma eficiente su primera tarea indicada: Llevar las almas de los mortales hacia el abismo...Hacia la nada, lugar que por cierto hizo su hogar.


Conforme la vida comenzó a expandirse (en porciones exponenciales, por cierto), cada uno de los otros ángeles comenzó a tener tareas que diferían por mucho a la de su hermana mayor. Fueron enviados para guiar a las nuevas divinidades menores (los dioses de la destrucción);no obstante, las cosas para Meleķil, siguieron del mismo modo, e incluso parecía que a la pobre se le había dejado en una especie de abandono. Ese modo de vida pronto le fue bastante monótono, pues casi nunca tenía tiempo para ella, como el resto de sus hermanos. Solo debía conformarse con mirar el exterior desde un amuleto; razón por la que sus 18 hermanos le apodaban "pequeño ojo". Estar completamente sola en aquel vacío, era la forma más miserable en la que cualquier criatura divina o no pudiera vivir. No había tiempo ni relojes para decir a qué hora tocaba la merienda o a qué hora uno debía acostarse a dormir. Todo se convirtió en una rutina monótona de ir y llevar almas a la nada...Así transcurrieron miles de miles de años.




He visto gente reír, llorar y amar.

He visto el día nacer, pero también morir en cada jornada.

He visto cuanto he podido en este mundo; tanto que ningún ser viviente sobre la faz de este o cualquier otro mundo podría hacer.

La existencia de aquellos seres es apenas un suspiro, es humo que se dispersa en el aire al más mínimo movimiento. Y sin embargo, de entre todos los seres existentes, ellos son los más afortunados.

Si al menos pudiera por una sola vez saber que se siente ser como ellos...

Si al menos pudiera salir de esta prisión; batir mis alas y volar lejos...Si tan solo pudiera ser libre.

Mis pensamientos son como las estrellas brillantes (que solo he mirado detrás de un cristal) de los distintos firmamentos: Nacen, brillan, pero terminar languideciendo bajo la sombra de la decepción. Aquella que me vuelve directamente a la realidad y me dice: "No"; como si fueran las mismas palabras que mi padre dice, cuando le expreso mi inconmensurable necesidad de vivir. Y es que , cuando se ha vivido así durante mucho tiempo, el alma se marchita aunque el cuerpo siga vivo.

Porque la muerte no es nada comparado con esta soledad; y el vacío que hay en mi espíritu es tan grande como la nada que es mi hogar. ¿Por que siento la necesidad de algo más?, ¿Por que tengo esa sensación de estar rota, incompleta; como si algo me faltara?. Estoy atrapada en mi propio limbo, en mi espacio personal sin tiempo. En mi propio infierno.

Todos hablan de un propósito en la vida, de un destino; pero parece que este no existe para mí.

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La canción de los cielosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora