Tic, Tac hace el reloj
- Ayuda Alicia, ayúdanos…
- No nos olvides…
- Que le corten la cabeza…
- ¿Por qué no has venido a tomar el té? O ¿acaso ya no te hago reír?Las voces dentro de su cabeza se iban disipando mientras iba abriendo los ojos, lentamente se incorporó en la cama intentando recordar lo último que había soñado, pero era inútil, solo eran fragmentos e ideas todas entremezcladas sin sentido.
Se levantó de la cama un poco agitada sin saber bien porque, y con desagrado vio la alarma que marcaba el comienzo de su rutina diaria:
Se cambió, no sin antes probarse cada uno de los atuendos para tener la certeza de que ninguno le gustaba, arreglo su pelo y retoco el maquillaje de la noche anterior, comió un desayuno light, se observó ante el espejo tan solo para sentirse insuficiente y salió a trabajar hacia una compañía de cuadriculas.
Alicia, producto de una sociedad capitalista, consumista de la insatisfacción del propio ego, envuelta en la necesidad de necesitar, que es el alimento de un complejo narcisista, auto perpetuado en una sociedad efímera. Como aquel bello espejo de marco azul brillante con forma de mariposa, por el cual pago muy caro y de lo que se siente orgullosa de presumir, pero tan solo es vidrio, como cualquier otro espejo, que encierra su reflejo. Aun así, quien es más real, ¿Alicia o su reflejo?
Ella vive en un edificio poco ostentoso, pero intenta simular ser parte de una sociedad refinada e intolerante ante la imperfección. Su departamento está en el cuarto piso y a pesar de tener un buen trabajo y una familia que la ayuda en todo lo posible, simula que esta no existe, y que no tiene problemas para pagar el edificio que desea, o mejor dicho, que cree desear.
Y sin más que decir Alicia ha despertado.
Salgo del cuarto, bajo por el ascensor, dejo la llave en recepción y me dirijo hacia la puerta, donde indefectiblemente esta el portero, un chico nuevo, lo pusieron la semana pasada, es lindo, bien vestido y se comporta como es debido, pero siempre tiene una expresión de tristeza, casi como un pesar, que ni la muerte podría imitar. Pero estoy demasiado ocupada como para ocuparme de sus problemas, bastante tengo con los míos.
Ya estoy llegando tarde, pero siempre tengo que estar cinco minutos antes que el jefe, su café, Late con moca, pero no con canela, arriba con espumita y siempre tibio, ni caliente o frió, TIBIO.
Si tomo el taxi, me condeno con el tráfico, si tomo el autobús, mucho olor a pata con gente mugrosa incapaz de pagar, y me queda el subte, que es húmedo, frió, poco estético y siempre están esos zaparrastrosos de los villas, como el loco que siempre anda con una tetera para todos lados.
Pero no hay más remedio, tiempos desesperados requieren medidas desesperadas, así que en un acto de valentía tomo la decisión de abordar el subte.
Parece no haber mucha gente, y por suerte tampoco está el loco, subí directo, rápido, sin tener que hacer cola, me senté y de inmediato se empezó a mover. Mire la hora y suspire aliviada, si no tengo retrasos voy a llegar a tiempo, que felicidad. Pero me duro poco, todo por notar al hombre que está sentado frente a mí. Parece dormido, su piel es oscura (negro africanos, para ser especifica) lo cual hace mucho contraste con su refinado traje, junto a un sombrero de copa, todo color blanco. Lo acompaña un molesto sonido, como si tuviera un reloj de bolcillo, llenando el aire, Tic-Tac-Tic-Tac, y a medida que me voy concentrando en ese ruido todos los demás desaparecen, al punto que puedo oír mi respiración y sentir mi corazón fuerte.
De repente el subte zigzaguea y las luces parpadean, casi como en una fiesta de láseres, el hombre de blanco resalta con un brillo propio mientras levanta lentamente la cabeza, mi corazón late más rápido a medida de que sus ojos se clavan en los mío, quiero dejar de mirarlo, pero no puedo y de repente comienza a hablar mientras se le dibuja una sonrisa en la cara:- Alicia, mira la hora, se te hace tarde, pero no para trabajar, escucha: Tic-Tac-Tic-Tac, te estás olvidando de soñar, recuerda Alicia…
Las luces parpadean y el hombre ya no está, en un movimiento brusco, el subte vuelve a zigzaguear despertándome, me limpio la baba que mancha mi camisa, no pierdo tiempo en analizar el sueño porque se escuchan los rieles junto al férreo sonido por el roce del metal.
El conductor anuncia la llegada mientras las puertas se abren. Solo es una nueva estación.
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¿Aicila satse ednod? (Editando, Critiquen)
FantasyDe un cliché más barato a otro, mi historia no propone nada nuevo, será lo que deba ser y no lo que yo quiera que sea. Cada cosa tiene un lugar, cada escritos tiene un mentor y yo sólo tengo una historia que contar. Si Dios existe que se apiade de...