capítulo ocho

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Bajé de mi habitación, aún no llegaba nadie pero la mesa estaba lista, mamá estaba terminando el guisado de patatas de la receta de la abuela. Puse unos vinos sofisticados en la mesa y  mastiqué una goma de mascar.

—Lola, te dije que no comas tanto de eso, te vi.

La mire con los ojos entrecerrados y seguí masticando, Frederick estaría aquí ya que no lo podremos excluir de ésta cena. El timbre sonó y Venían cuatro tres hombres bien vestidos, supongo que son los hermanos de las empresas.

Me hice a un lado, dije que eran bienvenidos en la casa y los tres pasaron, mi madre estaba por llegar.
Frederick había bajado, ahora no me sentía tan sola, estaba él ahí, y ellos habían tomado asiento, junto con ella, clara, la es una la sirvienta, más bien la cuidadora, hoy trabaja. Trajo la cena y comenzamos a comer. Los tres se presentaron como la cara  de la empresa Busson; Ángel, Christian Marco.

Aquél tipo llamado Ángel no dejaba de observarme, me ponía incómoda, era incómodo tener su mirada, sentía también que Frederick nos observaba, estaba en una punta de la mesa y yo estaba a su derecha buenas y él a su izquierda. Solo miraba mi plato y no hablaba con nadie, mantenía mi postura entre ellos.

— Cuéntanos de tu bella hija Cloe.

— Bueno...—me observó felizmente, una sonrisa verdadera, pero lástima que su trabajo sacaba más de ella que yo misma—, Lola, o lo, tiene quince años, va a cumplir sus dieciséis. Le gusta salir y saca buenas notas,a veces es medio rebelde pero todo lo compensa con su belleza y gracia, elegancia y una bella sonrisa.

Ángel sonrió al escuchar tantos alagos que dijo mi mamá, parecía como si estuvieran dándole la carta de degustación al lobo. Frederick dejó los cubiertos fuertemente en la mesa y observó a Ángel.

—¿Se le perdió algo que mira Lola con esos ojos?—fue directo al grano, sin rodeos.

Ángel cambió su expresión de observador a uno más oscuro, lo miró de frente y el negó, pero aún así no se quedó callado y tampoco se iba a tragar las palabras de éste sin vergüenza.

— Tiene un pedazo de torta en la cara.—habló para limpiarse su quijada mientras se levantaba y estiraba su brazo a donde Lola, le limpiaba la mejilla, su madre estaba ayudando a llevar unos platos. Así que no vió lo que estaba haciendo.

Frederick se levantó orgulloso de la mesa, pidiendo disculpas se dirigió a su habitación, dando portazo en ella. La madre de lola al escuchar salió a ver qué ocurría.

—Se aburrió de nosotros parece—sonrió Ángel acomodando su corbata.

—Disculpen sus modales...

Observé a mi mamá, justificaba todo lo que no salía de ella con tal de poder salvarse, me daba pena... Pero es mi mamá. La cena estaba llegando a su fin y yo me despedí de todos, subí a mí habitación mientras ellos hablaban de negocios. Tuve la curiosidad de entrar a la habitación de Frederick, pero un ruido de piano en la mía me llamó la atención. Estaban tocando mi piano.

Entré en mi habitación y ahí estaba él, sentado tocando de lo más normal.

—¿Quién te dió permiso para invadir mi lugar?—pregunté sacándome la corona de flores.

—Nadie, pero estoy estresado, ésto es lo único que me salva de entrar en varias adicciones más...—contestó nostálgico mientras seguía tocando.

—¿Esa es tu melodía? —pregunté viendo las partiduras de la música en el piano.

—Sí, la llamo amours interdites. Es una parte de mí.—contestó con sus ojos cerrados, deleitándose de la melodía. Me observó de reojo como lo miraba atenta.—Ven, siéntate, te enseñaré, después puedes enseñarme cómo es la tuya.

Asentí, pero no era un banco de dos piezas.— No me voy a sentar en tus piernas.

—Entonces no aprenderás nada.

Tomé aire y me senté, acomodando mi cuerpo ahí, hice una cola de caballo para no incomodar su vista con tanto cabello. Sujetó mis manos delicadamente y las posó encima de mi y comenzamos a mover nuestras manos en el ritmo de aquella gloriosa canción. Sentía su respiración en mi nuca, sus labios rozar los pelos de ésta, sus labios entre abiertos dejaban soltar suspiros pequeños que eran detectados por mí. Me volví loca y solté un suspiro abogado.

—No tengas miedo Lola...—habló en mi oreja, me mis piernas comenzaron a moverse, estaba aún arriba de él, sus suspiros eran cada vez más graves y sujetó fuertemente mi mano contra el piano, pegó su frente en mi espalda mientras yo movía mis caderas sobre él.

—Eres mía Lolita.—suspiró. Yo asentí.

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