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Los guardianes despertaban a los presos que residían en una de las cárceles de mas alta seguridad en Corneria. De aquí no se tenía registro de ningún delincuente que pudo salirse con la suya y escapar para nunca ser encontrado.

En esta cárcel se encontraban también, los seres que habían cometido delitos tan graves como para ser condenados a cadena perpetua.

—Levántense bola de rufianes, es su hora de desayuno.— gritaba uno de los guardias que pasaba con un látigo pegando en las rejas para hacer el mayor ruido posible.

Los murmullos de quejas no se tardaron en presentarse.

Las 7 de la mañana, ni un minuto más, ni un minuto menos, absolutamente todos ya estaban sentados a esa hora para recibir el fiasco que la cárcel llamaba "comida"

De entre todo el comedor siempre destacaba una gran mesa donde esperaban su comida los más temidos, polémicos y peligrosos reclusos.

La mayor parte del tiempo estaban bromeando, no parecía disgustarles estar en un lugar donde su libertad les era negada. Pero aquel día en donde un condenado cumplía aniversario en esa cárcel y por eso celebraban. Llegó un lagarto a la mesa a interrumpir a la fiesta.

—Te tengo nuevas noticias— aviso el Lagarto llendo exactamente con el "festejado" entregándole un sobre con una foto en su interior.

La expresión de quién había recibido el retrato cambio completamente a una de confusión acompañada con cierta repulsión.

—¿Donde mierda conseguiste esto?— se escuchaba molesto.

—Un contacto mío me lo trajo a cambio de una recompensa— confesó el Lagarto.

El que sostenía la foto frunció el ceño. Se sentía raro, se sentía muy desorientado, se sentía culpable.

La foto era la de un lobo besando apasionadamente a un zorro y sabia perfectamente de quienes se trataban, pues había tenido la oportunidad de convivir con ellos. De vivír momentos muy especiales en su vida con uno en particular.

Cada vez que volvía a analizar la foto todo empezaba a cuadrar, todo se unía a tal grado de poder entender que todo había sido un malentendido que conllevó a consecuencias devastadoras.

El odio que le tenía a su viejo amigo se esfumó en segundos, ya no podía seguir culpandolo de nada.

El presidiario le devolvió la foto al lagarto con un gesto de indiferencia.

—¿Que opinas al respecto?— pregunto el lagarto en forma de burla.

—¿Que opino? Que pueden pudrirse en su felicidad por el resto de su vida.— esto último no lo había dicho en forma de insultó. Lo había dicho con toda sinceridad deseando que su viejo y olvidado amigo, encontrará la alegria que no tuvo en los últimos años que estuvo con el.

—Que se pudran...

Dime (Fox x Wolf)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora