Esa sensación de inhalar profundamente y sentirse a salvo, cuando salí, la recuerdo hasta este momento mientras camino como zombi. Fue como salir de casa se tus suegros y conservar ambos brazos. O como llegar a un edificio después de haber caminado por un delgado cable que daba a una tortuosa caída. O... como si estuviese saliendo,... ¡de la casa de un gran mafioso!
Esa idea me volvió a poner nervioso. Ahora traía los medicamentos y me aterraba la idea de que fue gracias a que mi mamá se había metido con una persona que si lo quisiera podría desaparecernos con una orden.
Empecé a sudar cuando una idea se me metió en la cabeza, estaba dudoso y no sabía qué era lo correcto. Pero estaba muy joven y fui influido por la televisión y las películas. Era idiota.
Dejé los medicamentos debajo de un farol roto. Abrí la tapa y los metí donde ya no los vería nadie. Me volteé y quité de mi el temor. Caminé hasta la casa y la rodeé. Me sirvió que era una esquina. Vi una puerta atrás y me acerqué. Recuerdo que había arbustos no del todo bien cuidados en donde me escondí.
Esperé y asomé la cabeza por una ventana que había encima mío sin saber del todo qué esperar. Estaba donde la cocina y vi a alguien concentrado en su comida sobre la estufa. Ahora no sé por qué seguí, me hubiera retirado en el momento de ser el ahora yo. Sin embargo algo me dijo que si entraba en el momento nadie me vería, pues estaba muy concentrado. Y fui.
Entré por la puerta y me arrastré por debajo de las mesas. Sirve que alguna vez con amigos aprendí parkour a nivel donde diría que no soy tan malo. Llegué a la entrada y me hice bolita en la esquina entre la puerta y una mesa tabla de picar. Me puse a observar atentamente. Si la había antes, para entonces ya no había marcha atrás.
Ni siquiera sabía exactamente qué iba a hacer. En mi plan no tenía más que entrar, esconderme y escuchar atentamente. Quizá me robaría un arma y entraría a tirotear. Quizá los secuestraría y obligaría a que me digan la verdad. Quizá tenía un poder oculto que estaba por descubrir. Quizá me envolvería en brazas y quemaría todo. O quizá les hecharía rayos láser por mis ojos... Todo sonaba tan absurdo como la idea de que estaba ahí escondido.
Vi alguien entrar, decir algo que no alcancé a escuchar y salir dejando la puerta abierta al cuarto azul. Entonces lo supe, me paré y caminé hacia allá. Me acerqué y lo vi. Cada vez más cerca. Empezaba a ver el interior del cuarto cuando... Oh, no.
Una mano fría en mi espalda y el olor a cebolla picada que penetraba en los ojos.
A los veinte minutos estaba sentado sudando en una mesa de otra habitación que había. Frente a un escritorio estaba esperando mi muerte dolorosa y vil. Todo tipo de torturas pasaban por mi mente. Si había descubierto un poder oculto era el de atormentarme con ideas de cómo me podrían matar.
O podría escaparme. Si conseguía de alguna manera salir de allí. Ni siquiera estaba atado. Pero no alcancé a planificarlo todo porque Mario estaba llegando.
-¿Daniel? ¿Qué pasó? ¿Qué es eso de meterse a mi casa sin avisar?
No sabía qué era en su voz que me tranquilizaba al mismo tiempo que me causaba un gran pavor. Tanto era tranquila y razonable como era sarcástica y muy tétrica en su interior.
-Nos metiste un gran susto. ¿Qué piensas si ves a alguien meterse a tu casa?
Fue un instinto, ni lo pensé. No sé ni cómo ni por qué dije eso que al segundo sabía que sólo encontraría su enojo.
-¿Mafia? - Me contestó - ¿!Mafia?! - Repitió - Te ayudé a ti y a tu abuelita. Te recibí bien en mi casa y les di lo que necesitaban. ¡Se los conseguí! Y sin cobrarles. Y tú vas, te inventas tus teorías. Vuelves, ¡entras a escondidas! Asustas a mi chef.?¿¡Y ME LLAMAS MAFIOSO!?
Está de más decir que mis calzones habían cambiado totalmente de color.
-Se acabó, para afuera. - Me escoltaron dos hombres y me sacaron.Sin desmembramientos, sin mutilaciones, sin que yo muera. Sólo me sacaron. Entonces me di cuenta de lo poderosa que es mi imaginación. Aunque aun quedaba la posibilidad.
Fui al árbol donde estaban las medicinas y las recogí. Por un momento sentí el terrible pensamiento de que no estuvieran. Pero para mi gracia, sí estaban.
Volví algo apurado. Volteé y vi que estaba oscureciendo. Tanto me tardé. Aunque también es cierto que ahí no anochece tan tarde.
Llegué a casa sin una excusa mejor a lo que se me ocurrió mientras entraba.
-¿Dónde estabas? - Me recibió mi mamá
-Me quedé a estudiar con compañeros.
Se notaba algo enojada, relativamente, pues le costaba mucho mostrar enojo. Mi mamá era toda bondad, después de todo, había vivido difícil. Su papá le pegaba de pequeña cuando se portaba mal o algo le disgustaba, aún tiene las marcas del cinturón. Además que a mi abuelo le gustaba tomar. Mi abuelita igualmente no fue una santa, en su niñez no le importó demasiado su hija, aunque después se arrepintió, cuando mi abuelo murió.
De mi papá nadie sabe nada, no desde que lo corrimos. Trató mal a mamá, aunque empezó como cualquier otra historia de amor. Se conocieron de chicos, se enamoraron y ella se fue a vivir con él. Se casaron y poco después empezó a cambiar. Él empezó a ser menos cariñoso hasta un punto en que empezaban los negativos. Le empezó a golpear de forma ocasional, y mi mamá no se fue de ahí. La embarazó y por un tiempo él le dejó de pegar. Ella pensó que todo cambiaría, pero cuando nací reanudaron los golpes, y mejor que nunca. Al final la gente que conoce a mi mamá ayudó y corrieron a el señor que ayudó a darme vida. Nunca lo conocí lo suficiente para recordarlo.
- Y todavía con el descaro ¿Por qué me llamó Mario triste porque lo despreciaste? ¿De la mafia le dijiste?
- Pero mamá, es mafioso, yo lo vi. - Aunque no había visto nada.
- Ay, Daniel. Él emocionado por conocerte y tú actuando de esa manera.
- ¿Conocerme? ¡¿Estás saliendo con la mafia?!
- ¡Deja de decir eso! ¡YO NO TE EDUQUÉ ASÍ! Te vas a disculpar. Mañana.
- ¡Pero mamá!
- Se acabó. Mañana a las cuatro de la tarde te vas a ir a disculpar, e intenta hacerle algo de plática. Es importante que se lleven bien.
Aún no sé la razón, pero soy buen hijo. Tengo mucha libertad y mi mamá no me grita, pero la respeto enormemente. Por lo que sólo hice un pequeño bufido, casi como un susurro.
- Está bien.
-Bien. - Y se fue.
Me fui a mi cuarto, pero no estaba del todo contento. No estaba bien que mi mamá consiguiera cosas de un mafioso. - Aunque ya sabía yo que no lo era, aún así no lo aceptaba. - Fue en ese momento en que se me ocurrió. Tenía que conseguir dinero de algún lado, y para trabajar sería difícil. ¿Qué puedo hacer con 16 años sin dejar de ir al escuela?
Recordé que en la escuela nos dijeron de Lamark, y de ser una empresa mala que nos quería utilizar como conejillos de indias, pasó a ser la solución a mis problemas. Después de todo daba dinero.
Mañana, en la mañana, saldría a dónde la empresa se había colocado, en la llanura sobre el cerro que por alguna razón nadie habitaba, supongo que por ser tan cara zona y tan pobre la gente.
Me paré de mi cama y empaqué agua y mi navaja confiable que me dieron cuando cumplí años.
Era joven, alto y de buen cuerpo, era atlético; me iría bien, de hecho, sería divertido. Pensar en todo lo que me pondrían a hacer me emocionaba, como si yo fuera un superhéroe y me fueran a hacer pruebas para ver el origen de mis poderes. Incluso olvidé que mi futuro posible padrastro sería de la mafia.
Después de hacer tarea me fui a dormir emocionado, cosa que me comprometió un poco el sueño.
Fin del capítulo 2
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Cómo terminé siendo Zombi
General FictionYa lo sé, otra historia de zombies, el clásico cliché tan popular hoy en día. Primero eres un medio don nadie y luego te vuelves asombroso cuando empieza el apocalípsis de gente que muere y se transforma en rabiosos que te atacan e intentan morder...