—¿Crees en Dios, Mel?
La noche había caído, la luna se posaba en el cielo, expectante, tan brillante observandonós a mí y a María; sentadas en el balcón
Sentí declarandome a la luna, y las pinturas de hace meses se colgaban en el armario mirandonós, esperando que María saltará al cuadro, porque de ahí pertenece.
Del arte.—Creo que sí—susurré.— Voy con mi mamá todos los domingos a misa. ¿Tú?
María llevaba el cabello desordenado, como el desastre natural mas hermoso que había visto; con un moño mal hecho, de su cara sobresalían ciertos pelos violetas, y solo pude sonreír, ella era la poesía mas hermosa que había visto.
—Yo no creo en Dios, yo creo en mí, —una estrella fugaz pasó por su rostro, sentí mis mejillas enrojecidas.
—Creo en un porqué sí.Mis vellos se pusieron de punta, cómo quién dice que al escuchar la mas suave melodía se delata al instante, María solía delatarme.
—¿Y eso qué es? —mis dedos se estremecieron, y la aromatica de manzanilla casi cae en mis dedos.
—Que no creo en el destino. —miró al cielo, y luego me miraba a mí.— No creo en que todo pase por algo, yo creo en las casualidades, las coincidencias, el no tener que explicarnos si nos damos unos versos, que sí me enamoró no es porque este escrita en un libro rosa con tapa dura, que sí me enamoré es porque soy una rebelde del destino, porque amo los desafíos. Porque estoy tan harta de los cuentos de hadas y princesas, que he escrito mi propia historia, que no necesito hilos rojos o un destino que me diga que hacer, o que estemos preescritos en aquella fantasía. No le puedes contar esas leyendas a aquella niña que sueña despierta.
Sonreí, porque había encontrado a un huracán, y su nombre era María.
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huracán
PoesíaLo que más me intrigaba sobre aquella chica tan preciosa era que en ningún momento pude sacarmela de la cabeza.