Verdad.

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-No pienso decir esto, ni tampoco escribirlo para mi hija, asi que tu, vas a hacer solo lo que teníamos planeado ¿Entendido?- El hombre se miraba al espejo y repetía esas palabras.

No pensaba en nada mas del secreto tan oculto que tenía afiliado, que, no podía ni mirar a su joven hija.

Tocaba el espejo como si fuera una persona hasta que se detuvo y se miró fijamente en él, tomándose unas pastillas de un frasco. Aquel frasco no traía etiquetas ni algún nombre para diferenciarlo, y solo él sabía que era lo que estaba ingiriendo.

Vaciando todo lo que tenía se lo tomo de un trago como si nada.

Se giró y salió del baño para pasar por fuera y detenerse en cuarto donde su hija dormía plácidamente, se apoyó en marco de la puerta y pronunció una silenciosa promesa que cumpliría; no sabia cuando ni como exactamente,  pero lo cumpliría, eso estaba por completo seguro, no lo dudaba, no dudaba de sus palabras... 

"Prometo que nadie podrá hacerte daño, y si alguien lo intenta... Se arrepentirá por haberte hecho sufrir " esas fueron sus palabras concretas.

Y la niña se movió en su cama porque aunque pareciera que estaba durmiendo, ella escuchó claramente sus palabras pero sin comprender bien a lo que se refería su padre.

Su padre imaginaba que santificaba esa promesa con sangre, para que, pase lo que pase, esa promesa no se rompiera.

Y la niña cuando su padre cerró la puerta, ella se sentó en su cama y se preguntaba de que hablaba, pero luego ese pensamiento cambió a una pregunta mayor "¿Dónde se escondió mamá? " esa fue la pregunta que redondeaba su cabeza; ya que, hace días que no la veía, pero no se lo preguntó y no lo percibio hasta ahora, que su padre había presionado el gatillo de disparó la curiosidad de la niña que estaba sentada en su cama.

Y el hombre que bajaba las escaleras en soledad, se detuvo al final del último escalón.

Y éste miro hacia arriba, hacia la puerta de su hija y por un momento cayó su consciencia y se pregunto que si lo que hacia estaba bien o estaba cayendo en un agujero sin salida en el cual no dejaría de cavar con sus mismas acciones que serían las que lo condenarian, pero luego bajo la vista y miro la puerta principal, con el pensamiento de que todo estaba bien; solo si era por el impulso de mantener bajo protección y cuidados de su mayor tesoro: su hija, a la que no dejaría por nada, a la que no abandonaría ni dejaría sola para que la hirieran, "Eso no, jamás te dejaré ir"

- Te amo Gillie- y salió de la casa con las luces prendidas y su hija a punto de cerrar los ojos para caer en un profundo sueño que no la haría reaccionar hasta la mañana del día siguiente. - No te dejaré nunca sola. Lo prometo. Estaré a tu lado hasta mi último suspiro. Eso dalo por hecho.

Y camino por la oscuridad de la noche, entre los postes de luz que daban claridad, pero lo no era necesario tener la luz, él estaba caminando con los ojos cerrados, como si durmiera o fuese sonámbulo, pero solo era que nada había cambiado, e iba seguido a ese sitio donde encontraba el embase sin etiqueta, a revosar de pastillas.

-¿Quieres otra? - dijo otro hombre cuando el padre extendió el dinero y hubo un intercambio luego se asentir en afirmativa. - ¿Es para ti o para alguien más? Oh... ¿Vendes?

El padre lo miro y a punto de voltearse y darle la espalda habló.

-Para mi.

Casi como si hubiera sido una fuerte brisa fue lo que dijo.

Caminó fuera del callejón con los ojos abiertos y así los mantuvo hasta que hubo llegado de retorno a su casa, con su hija plácidamente durmiendo. Él subió y se sentó en la cama de la niña. La miró y la peino, pasó su manos por su rostro y la pequeña no reaccionó.

Luego de otras palabras que dijo a su oído, la niña se removió en la cama cuando el peso que había a su lado se había aligerado.

-Duerme hija, duerme y que nada te despierte.

La puerta se cerró.










Un Adiós InfinitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora