De vuelta a casa

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Pasaron unas semanas después de ese trágico accidente explosivo, causado luego de que Tord traicionara a sus amigos.

Tiempo después, tras verse derrotado, el noruego siguió su camino. Aquella noche, él había decidido salir por la ciudad, pensando en lo que había hecho y dándose cuenta que no había valorado la amistad y el apoyo que sus amigos siempre le dieron, exceptuando a Tom claro, así que pensó en la idea de volver nuevamente disculparse por todo lo que había hecho; esperando que nuevamente lo volvieran a aceptar.

Aprovechando que estaba fuera, y no muy lejos de donde ellos vivían (además de, casualmente, conocer la dirección de la nueva casa en donde los tres vivían), decidió ir a donde ellos.

Al llegar a la casa de sus amigos no se atrevía ni siquiera a tocar la puerta, y cuando por fin tomó el valor de hacerlo, quien le abrió la puerta fue casualmente Tom, quien se llevó una gran sorpresa al ver a Tord ahí afuera; tenía una expresión afligida y decaída, pero poco le importó al británico la tristeza que el contrario mostraba, porque sólo con el hecho de saber que se trataba de él le cerró la puerta en la cara.

—¿Quién era?  —preguntaron Edd y Matt al verlo de vuelta.

A lo que Tom respondió. —Emm… Nadie, número equivocado.

—Ni siquiera estabas hablando por telefóno —ironizó Edd.

—… ¿Dirección equivocada?

—Tom, ¿quién era en realidad? —exigió saber el castaño, frunciendo el entrecejo.

Antes de responder, el mencionado dejó escapar bufido. —Solo era un vagabundo pidiendo limosna ¿de acuerdo? Nada importante.

Aún así, el chico no le creyó.

Mientras tanto, fuera de la casa, el pobre chico noruego ya se esperaba eso, o inclusive más, después de todo lo que había causado; aún así, volvió a tocar la puerta, con la esperanza de que alguien distinto le abriera.

Esta vez fue Edd quien abrió. Él al verlo, se quedó estático, debía ser una broma que el noruego haya sido tan listo como para haber tomado la decisión de querer volver.

Y si Tord esperaba una cálida bienvenida por parte del de sudadera verde, se equivocaba, porque así como le abrió la puerta, se la cerró en la cara; sin darle una oportunidad de que hablara.

Había sido mala idea regresar, ya debía haberlo visto venir… Por lo que, rendido, decidió marcharse.

Pero cuando Matt se enteró de que era Tord quien estaba ahí fuera, no espero ni un segundo y fue a abrirle la puerta justo cuando vio que el noruego estaba dispuesto a marcharse. Fue justo a tiempo cuando el de sudadera morada lo detuvo y le pidió que se quedara.

Inconformes con aquello, Edd y Tom protestaron.

—¿¡Qué!? ¡No!, Matt, él no va quedarse —se negó Edd en reproche.

—Después de todo lo que hizo, ¿tú lo recibes como colegial recién graduado? ¡¡Golpeó tu rostro, Matt!! —Tom recalcó lo último, señalando la cara del pelinaranja.

Pero a Matt no le importaba, ya que había decidió perdonarlo.

Suspiró. —Yo sé lo que hizo, pero todos merecemos una segunda oportunidad ¿no creen chicos?

Edd y Tom no podían creer que el pelinaranja estaba en verdad dispuesto a aceptarlo y, después de ver la carita triste y suplicante de Matt, fue que finalmente decidieron que viviera con ellos otra vez.

—Bien, tu ganas Matt –aceptó el de sudadera verde.

—¡Qué bien!, gracias chicos –respondió Matt, emocionado de que sus amigos hayan aceptado.

—Sí, puede quedarse —aceptaron ambos. Ante esto, Tord sonrió—, pero será tratado como nuestra mascota –dijeron Tom y Edd, dirigiéndose al noruego, quien ya no sonreía para ese entonces.

Quizá volver no había sido buena idea después todo.

Duro contra el muroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora