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— ¡Atención! ¡Ya sé lo que nuestro padre quiere para su cumpleaños! —exclamó Yeri dando aplausos en el centro del salón, donde el resto de sus hermanas perdían el tiempo como cada tarde calurosa donde el sol era sinónimo de encierro.

— Espero que esta vez no te equivoques, el año pasado no disfrutó nada del banquete que trajiste con Wendy —entonó Irene en advertencia mientras pintaba sus uñas de rojo intenso con delicadeza.

— No puedes negar que sus orejas en la repisa no son un buen recuerdo —resolvió Wendy dejando su notebook a un lado un instante al oír que su elección había sido mala

— Yeri tiene razón, nuestro padre este año lo ha estado siguiendo desde las sombras. Yo creo que no quiere un simple recuerdo en la repisa esta vez —comentó Seulgi mientras elongaba sus piernas cerca de la baranda de la escalera.

— Padre KyungSoo lo va a convertir en un hermano obediente, tan obediente que será nuestro lindo esclavo —pronunció Joy sentada junto a Irene y peinándole el cabello.

— Entonces, ¿cuál es tu idea Yeri? —curioseó la hermana mayor y la que más tiempo llevaba con ese estilo de vida. Si es que podían llamarle vida a eso.

— Pues lo haremos venir de la forma más sencilla posible, haremos que nuestro padre se sienta orgulloso, el otro día cometí un terrible error cuando salimos a caminar por la noche y debo solucionarlo. Estábamos en la zona de la estación de tren, entonces sentí el aroma inevitable... Y él también. Ese chico repartidor de pizza estaba llegando a su casa y esa chica que me olió bien estaba esperándolo en la puerta. Debieron haber visto todo ese drama. Ella se le confesó, él la rechazó y ella lloró, se olía tan vulnerable... Nuestro padre casi se quiso comer a la niña por atrevida con nuestro futuro hermano, pero ella ya me había cautivado a mí con su aroma y el repartidor a él así que la dejó vivir. Lo malo fue que mientras nuestro padre acechó al joven, yo no resistí y fui tras la bonita chica que vivía en la casa de al lado, uno de sus padres me vio... —finalizó Yeri su relato moviendo sus hombros sin importancia.

— ¿¡Te vio!? —gritó Wendy.

— Sí, pero padre KyungSoo se comió a la familia también —sonrió contenta.

— ¿Y qué sucedió con ella? ¡No me digas que la convertiste Yeri! —soltó Irene enfadada.

— Pues no te digo.

— Por eso nuestro padre está tan preocupado y no sale de la habitación de invitados hace días, ella está aquí ¿cierto? —preguntó Seulgi comprendiendo—. Y yo que creía que ese aroma fuerte era de Oh SeHun pudriéndose en el sótano, al que Irene le hincó los dientes en la nalga...

— ¡Hiciste que padre KyungSoo esté preocupado en su día de cumpleaños, qué egoísta eres! —le acusó Joy.

— ¡Pero por eso, quiero que se sienta feliz! ¡Así que vamos, Wendy, busca el número de esa horrorosa pizzería y pide una que traiga solo salsa! —exclamó Yeri ordenando a quien no paraba de teclear.

— ¿Sólo salsa? ¿Acaso quieres que la gente nos vea más raro de lo que ya lo hacen?

— Hay que sembrar el misterio en nuestro bonito repartidor, verás lo desconcertado que estará cuando diga «¿istidis pidirin pizzi sin quisi?» —dijo en tono burlón y el resto de sus hermanas rieron.

Wendy se apresuró a buscar el número y pronto estuvieron haciendo el encargo para las siete y media, justo cuando el sol comenzaba a caer y las estrellas brillaban lo suficiente como para motivar la salida de la noche.

Las pocas horas restantes pasaron con tranquilidad y para el asombro de todas, su padre bajó las escaleras haciendo presencia. Su rostro blanco como la luna y los ojos profundamente negros. Era cuestión de días sin bocado alguno y el hambre y malhumor no tardarían en llegar.

— Mis pasteles sangrientos... —les miró cansinamente y las cinco se giraron sorprendidas—. Prometan que nunca más se pondrán en peligro entre ustedes o a sí mismas.

— Padre KyungSoo —se levantó Irene de su asiento preocupada, podían pasar horas en una posición, repitiendo las mismas acciones sin cansarse jamás—. ¿Acaso despertó?

— Ah... Veo que ya se enteraron, no quería preocuparlas —cabeceó en negación—. Sí, ya despertó pero está algo inestable, quise darle un sorbo de sus padres pero no quiere, está confundida y no entiende qué sucede, siempre pasa lo mismo cuando te convierte alguien tan joven como Yeri. Les quema la sed en la garganta, pero recuerdan demasiado a la perfección lo sucedido como para atreverse a imitarlo... Creen que todavía son humanos.

— Entonces hay que dejarla hasta que lo asimile... —susurró Joy.

— Así es, este año no habrá cumpleaños, mis queridas.

El timbre sonó haciendo que las cinco hermanas se vean las unas a las otras.

— ¡Es él! —saltó Yeri entusiasmada.

KyungSoo las observó con una interrogante y frunció el ceño molesto ante la idea de lo que podrían haber hecho sin su permiso. Yeri corrió a la puerta y miró por el pestillo, pero rápidamente fue apartada por el adulto para mirar por su propia cuenta.

— Mierda, ¿qué hace el repartidor que huele sexy aquí? —les observó nervioso.

— Viene a entregar pizza —solucionó Wendy uniéndose al plan de su hermana.

— Y sin queso padre, ¡sólo salsa para que te recuerde a la dulce sangre! —le alentó Yeri.

— Padre, por favor no te enojes, lo mereces, es tu cumpleaños —pidió Seulgi sonriéndole cálidamente y queriendo verlo feliz al menos unas horas en su día.

Yeri no esperó más tiempo y abrió la puerta de inmediato, la transformación fue demasiado rápida como para que el repartidor la notase. Irene intentó contener una risa, su padre estaba avergonzado, un murciélago había salido volando por las escaleras.

Ahora las cinco estaban delante de la puerta y el joven de piel tostada y completamente opuesta al color de la familia les observó con ojos luminosos. Ellas sabían que ya estaban provocando el encanto inevitable que causaban en todo ser humano. Sus iris color sangre lo estaban hechizando y no lo dejarían pensar correctamente.

Desde el umbral de la puerta el repartidor con su remera colorada y el logo de la pizzería «Peekachen» las observó tartamudeando al intentar pronunciar palabra.

— ¿U-Ustedes pidieron pizza sin queso?

Todas sonrieron de oreja a oreja, entonando seductoramente con sus labios fuertemente pintados en carmín, alzando el índice y pulgar en forma de «ok» hacia su ojo derecho.

— ¡Peek A Boo! ¡Bienvenido a la familia!





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Peek A Boo 🏹(KaiSoo/Red Velvet)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora