Para Laura y Diego críar un hijo con esquizofrenia fue algo realmente difícil, ya que su comportamiento no los afectaba solamente a ellos. Su hija también sufría por la condición de su hermano, ya que constantemente recibía abusos por parte del mellizo, el cual se excusaba en su amigo imaginario Elguiem.
A medida que Maros crecía su enfermedad se complicaba cada vez más, los episodios eran cada vez más constantes y la agresividad predominaba en su comportamiento. A los 12 años los papás comenzaron a encerrarlo por las noches, por miedo a que le hiciera algo a ellos o a María mientras dormían.
Con todo lo que implicaba la situación, Laura prácticamente había olvidado la pérdida de su hijo Miguel.