Juntos Seremos Eternos

Lluvia

-Mierda James, quieres abrir la maldita puerta, esta lloviendo aquí afuera!- dije a gritos en el teléfono mientras trataba de buscar refugio de la lluvia en el estrecho pórtico de medio metro por medio metro que antecedía a la puerta que daba acceso al edificio.

La calle lucía desierta, consulté brevemente mi teléfono con las manos temblorosas por el frío para averiguar la hora. La pantalla se alumbró enseguida dejando ver un mensaje de James.

-no encuentro las llaves, bajo enseguida- Maldita sea! El síndrome de amnesia y de descuido de este idiota me causaría una seria hipotermia.

Eliminé el mensaje y desvié la mirada hacia la parte superior de la pantalla. Ya pasaba de las cinco, pero entre aquella neblina y la lluvia de nubes curiosamente más oscuras aparentaba pasar de las siete.

Guarde el móvil en el bolsillo interno de la chaqueta de cuero que me protegía del alto riesgo de congelación allí afuera.

La acera rebotaba la lluvia con la destreza de una cama elástica, creaba una imagen digna de observar, todas esas gotas cayendo a prisa hacia su muerte en el pavimento. Sin lugar a dudas sería algo hermoso si ese rebotar de agua no estuviera mojando mis jeans al punto de traerlos ya empapados hasta la rodilla.

Estaba perdido en mis pensamientos cuando un sonido seco me hizo reaccionar.

La puerta café se abría a un costado de mi, y ahí James con la mano me hacia un gesto invitándome a pasar.

-pensé que nunca llegarías- me dijo mientras me hacia un gesto para seguirlo al interior de la pieza al costado derecho de la puerta, lugar que constaba en los planos como designado para un guardia de seguridad.

Aquel lugar había sido todo desde que conozco ese edificio menos un puesto de guardianía. Los vecinos de James eran personas bastante tranquilas, la mezcla perfecta entre avaricia y desinterés hacia lo que sea que pueda pasar en el edificio.

Ahora que lo pienso, durante los dos años que frecuento ese lugar sólo eh llegado a ver de lejos a una de las vecinas del piso superior.

Ese se había vuelto nuestro lugar predilecto para organizar las mejores fiestas, esas que nadie nunca se podrá imaginar.

Y ese cuartucho se había convertido en nuestra bodega privada de cajas de el mejor vodka, ron, vino, toda botella alcohólica etiquetada y no etiquetada, desde las botellas baratas hasta joyas que esperábamos abrir un día cuando al fin nos graduáramos, si algún día llegábamos a hacerlo.

Era el depósito perfecto por sus vidrios oscuros que habían sido diseñados para que cualquiera que lo viese, pensara que era un edificio como todos los de su clase, con guardianía las veinticuatro horas y una cerca eléctrica para restringir el acceso de todo aquel que fuese ajeno a las instalaciones.

-no olvides cerrar la puerta Jonnathan- me dijo James mientras buscaba la llave de "la bodeguita" así era como habíamos bautizado al lugar.

-que mierda James, que haces?- le dije al ver que sacaba entre sus brazos una caja nueva, sellada, de las que acabábamos de comprar un par de días atrás.

Dentro de ella, 6 botellas con 1,5 litros de vodka selladas al vacío. Sumadas contenían un nivel de alcohol suficiente como para desmayar a 25 personas en menos de una hora.

-escúchame bien Jonnathan, si te llame es porque no tengo a nadie más, vas a ser mi maldito niñero ahora que necesito a mi amigo?- dijo seco mirándome a los ojos.

Mantuve el silencio sin bajar la mirada y asentí. Sabía que de no hacerlo podría sentenciar la muerte de mi amigo.

-si vamos a pasarla bien es una descortesía no participar nuestras intenciones a los demás- respondí mientras en mi teléfono daba aviso sobre la fiesta a nuestro círculo de amigos más cercanos, a la gente de la pizza y a uno que otra chica de esas que sabía que mi amigo estaba a punto de necesitar.

Encendí entonces un cigarrillo ignorando por completo todos y cada uno de los letreros que me lo negaban mientras cargaba una caja más en mis manos y subíamos a aquel ascensor.

... La noche estaba sólo apunto de empezar ...