"Libertad"

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Capítulo 4.

Era libre.
Por fin.
No había más prisión.
O por lo menos en sus extremidades 
Se incorporó y estiró un poco los brazos y las piernas. Sus huesos crujieron y una sonrisa se deslizó por su rostro.

Era libre.

Agudizó más los oídos y lo escucho. Al principio creyó que era su imaginación pero luego cayó en la cuenta de que si había escapado seguramente lo harian.

A la lejanía y casi inaudible se podía sentir el pitido de una alarma.

Parecía de esas alarmas de antipanico.

Ahora estaba asustada.
Asustada y con la drenalina recorriendo cada célula de su cuerpo.

Era libre y tenía que aprovecharlo .

Sin pensarlo, corrió toda la habitación hasta localizar la puerta.

Afortunadamente la persona que había diseñado ese sistema pensó que  la seguridad de allí no podría fallar y ningún preso podía escapar, por lo fabricó la puerta para que se cerrará por fuera pero se abriera por dentro. Porque si, había más como ella.

Raro ¿no?

Igual. Sea como sea, la abrió tal vez con un poco de esfuerzo.

El frío que llegó desde el blanco pasillo le caló hasta los huesos. Ella sólo vestía un simple y fino camisón blanco, el cual, no servía de mucho abrigo.

Saco la cabeza por el umbral y recorrió con la vista todo el espacio.

Un pasillo totalmente blanco era iluminado por unas luces iguales de blancas que colgaban del techo. Se dio cuenta de que sólo estaba su habitación en todo la extensión del largo corredor.
En la pared contraria, separadas por una distancia de metro y medio, había pequeños focos rodeados por un escudo de plástico. Era inutil tratar de romperlos.

Puso un pie en el frío suelo y de inmediato empezó a correr.

A lo lejos la agonizante alarma seguía sonando, esta vez, acompañada por una multitud de pasos.

Iban tras ella.

Y no se iban a detener hasta alcanzarla.

¿A que llamas monstruo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora