Un hilillo recorría su rostro, un riachuelo de dolor y penas que lentamente arrancaban su maquillaje y lo arrastraban dolorosamente sobre su barbilla. Su labio superior se curvaba al ritmo de un reloj y lo que una vez fue un riachuelo ahora era una catarata de amargura que ocultaba el cielo de sus ojos. Se preguntaba si la iba a dejar, se convencía a si misma de que no se iría, pero en el fondo unas garras agarraban su corazón sobrecogiéndola. Acariciando su mano se encaramó y besando su frente las lágrimas cayeron sobre su frente, una sensación que la despojaba de todo su dolor, que a la par, no la dejaría descansar ya que una vez empezado el baile de lágrimas no pararían de danzar deslizándose sobre su rostro. El pitido que resonaba entre las cuatro paredes la torturaba y hacía temblar su mano. Sentía que su aliento se apagaba, con cada llanto, con cada lágrima, con cada recuerdo que la asaltaba robándole toda alegría, con cada segundo en el que el monitor marcaba cero. Dejándose caer sobre su cuerpo le atormentaba el no sentir el latido de su corazón.
Como puede apearse la muerte sobre el amor, eso no era lo que sus cuentos narraban, sin embargo, era la triste verdad el tiempo arrasa sin piedad con todo lo que amas, el amor desaparece en un ultimo aliento y la muerte se regodea en el dolor quitándote lo que amas y lo que crees. Incapaz de entender en este momento como las personas creen en el amor, en un futuro marcado por rosas y un cielo azulado. Como hay gente que vive sonriendo, sabiendo que el tiempo arrasara con todo a su paso y con la muerte cogida de la mano destrozaran tu alma hasta dejarte vagando, sin rumbo y volviéndote loco.
Y así sin piedad ninguna la antes mencionada muerte arrancó una vida de sus brazos y el tiempo descompuso la alegría y felicidad a la par que el amor desaparecía.
