Blue

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Blue se despertó escuchando gritos por toda la casa. Sobre saltada, se levantó y caminó con paso inseguro hacia la puerta. Cuando la abrió, lo que vio la dejó un poco en estado de shock.

¿Qué hacía su mamá tirada en el suelo, agarrándose la barrigota que tenía, ya que Blue iba a tener un hermanito, y llorando como nunca? Se acercó temerosa a su madre y le dijo:

-¿Mami?- la mujer miró a su primogénita y, al verla, sollozó más fuerte-. Mami, ¿qué te pasa? ¿Es el hermanito? ¿Y papi?

La mujer sintió unas fuertes contracciones, y sin saber muy bien qué hacer, lloró todavía más fuerte. Así que, aunque Blue estaba más que asustada, era lista, e hizo lo que su padre le había dicho si a mamá le pasaba eso y él no estaba a su lado.

Corrió hacia el teléfono y llamó a su tía Alice.

-¿Quién es?- preguntó la adormilada mujer

-Tita Alice- dijo la niña-, mami está llorando mucho. Creo que mi hermanito ya viene.

-¿Qué?- dijo Alice, ya más despierta-. No te preocupes pequeña, en seguida estoy allí.

-Vale- dijo Blue, contenta de contar con ayuda-. Pero no tardes, mami no para de llorar.

Alice colgó el teléfono y se dirigió a toda prisa a la casa de su cuñada. Cuando llegó, sin mediar palabra, cogió a la niña en brazos, la metió al coche, recogió un par de cosas necesarias para la madre y las llevó a ambas al hospital.

Una vez allí Erika, la madre de Blue, se fue a la habitación. Mientras esperaban a que hubiese dilatado lo suficiente, ya que efectivamente iba a parir, le contó rápidamente a Alice que su hermano, el marido de Erika, Derek, había tenido un accidente en el trabajo. Él era bombero y, estando de servicio, las llamas se lo habían tragado.

Alice la miró primero sin comprender. Después con horror en los ojos, miró a madre e hija, y lloró todavía más. Después pensó en la pequeña criatura que iba a nacer del vientre de esa madre, esa criatura que nunca podría conocer a su madre y, esta vez, ambas mujeres lloraron juntas.

Blue dormía plácidamente, ajena a todo el caos que se desarrollaba en la habitación. Pero eso no le evitó soñar. En el sueño de la pobre niña, de siete años, estaba en una gran playa. Y todo era muy raro, ya que todo estaba en llamas. Ella, asustada y agobiada, llamaba a gritos a su padre, el único que lograría salvarla.

Y él respondió a sus llamadas. Apareció y, con un solo soplido de aire, apagó todas y cada una de aquellas llamas. Después, cogió a su pequeña en brazos y le dijo:

-Blue, cariño, tengo que decirte algo. Verás, sé que cuando despiertes no comprenderás, pero quiero que sepas que, aunque me haya ido, siempre estaré contigo. Eres fuerte, y lo sé. Todos lo sabemos. Pero me tienes que hacer un favor.

-Dime papi- le dijo la niña, gustosa de poder complacer a su padre, aunque no entendiera muy bien todo lo que estaba diciendo.

-Tendrás que cuidar a tu hermanito. Y a tu madre.

-Claro

-Bien, pues ahora, me tengo que ir. Me llaman- el hombre se levantó despacio, mirando al infinito con una gran calma dibujada en el rostro. Cuando estaba ya a una gran distancia, se dio la vuelta y, con una sonrisa, le dijo a la niña-. Por cierto, dile a mamá que Kyle es un gran nombre.

Y Blue despertó.

                           NUEVE AÑOS DESPUÉS.

Blue miró su reflejo en el espejo una vez más. Acababa de salir de la ducha, y, no sabía exactamente por qué, se paró a mirarse. Aunque se sabía su cara al dedillo, le gustaba mirarse. No por ninguna razón narcisista, es solo que le recordaba a su padre. Había heredado sus ojos, esos ojos tan azules, gracias a los cuales se llamaba de esa forma.

Blue era pelirroja como su madre, solo que la chica tenía el cabello oscuro y su madre tenía un rojo intenso.

Después de terminarse de arreglar, bajó a la cocina a desayunar. Cuando llegó, vio a su triste madre desayunando como una autómata, y a su hermano Kyle mirándola. Blue miró al niño, con gran amor en los ojos. Le recordaba tanto a él. Al contrario que ella, Kyle también había salido con el pelo castaño de su padre, y todas y cada una de sus facciones eran reflejos de su padre.

Aunque eso traía dicha y dolor a partes iguales, ya que su madre, después de nueve años, no se veía capaz aún de levantarse de aquel dolor. Blue se desesperaba, porque odiaba verla de aquella manera, pero también la comprendía. Así que hizo lo mismo de todos los días, les dio un beso a cada uno y se sirvió el desayuno.

-Blue- dijo Erika-, tengo que decíos una cosa a los dos. Estaba esperando a que bajaras.

-De verdad hermanita- le dijo Kyle-, eres muy cansina. ¿¡Cómo se puede tardar tanto!?

Blue solo le sonrió como respuesta y le dijo a su madre: -¿Y bien? ¿Qué es?

-Verás- dijo la madre, tras un suspiro-. Sé que os resultará extraño, pero vamos a volver a mudarnos.

Blue la miró con los ojos como platos. Después del accidente de Derek, Erika había decidido mudarse de su país. Bueno, no solo de su país, también de su continente. Se habían mudado a España, aunque ellos eran de Estados Unidos.

Cada vez que Blue recordaba lo costoso que había sido aprender aquel nuevo idioma, se le ponían los pelos de punta. Y, además, estaba el hecho de que echaba muchísimo de menos a su tía Alice, la única familia con la que contaba ahora. Su madre era hija única y, tanto sus abuelos maternos como los maternos, estaban muertos.

Pero con los años se adaptó. Y, aunque no hubiera hecho muchos amigos ni nada por el estilo, le gustaba el lugar. Aunque con eso y con todo, no veía demasiado difícil marcharse.

Kyle, por su parte, estaba totalmente con los ojos como platos. Cuando se mudaron, Kyle no tenía apenas un año, así que no recuerda nada de su antiguo hogar.

-¿Y dónde nos vamos?- preguntó el niño.

-Pues- dijo Erika-, verás, antes de que tú nacieras, vivíamos en California, donde vive la tía Alice.

-Sí, mamá, ya lo sé.

-Muy bien, pues- dijo la mujer, visiblemente nerviosa. Aunque Blue ya sabía como iba a acabar la frase, necesitaba oírlo para saber que era verdad-. He decidido que deberíamos volver. Al fin y al cabo, somos de allí y… Bueno, creo que papá querría que estuviésemos allí.

Blue la miró con los ojos salidos de sus cuencas. ¿De verdad que había mencionado a su padre sin llorar? Blue suspiró, aliviada. Le agradaba saber que, en cierta forma, su madre lo estaba superando.

-Por mi vale- dijo Kyle, entusiasmado-. Siempre he querido vivir allí, como papá. Y también quiero jugar al baseball.

Erika miró a su hija, esperando que dijera algo. Ella la miró y, frunciendo el ceño, le preguntó:

-¿Y mi trabajo?- Blue trabajaba en una cafetería después del instituto, para ayudar en la casa.

-No te preocupes- le dijo su madre-. Seguro que podrás conseguir otro allí. Además, he visto una casa cerca de la de la tía Alice y, bueno, cerca de nuestra antigua casa.

Blue la miró con los ojos brillantes. Echaba de menos su antigua vida, qué demonios. Así que con una sonrisa de oreja a oreja, con esa sonrisa tan parecida a la de su padre, dijo: -Bien, pues hagámoslo.

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Aquí está mi nueva historia "normal" , es decir, ni ángeles ni nada de eso xDD

Pero pronto subiré el primer capítulo de la segunda parte de Tan feliz que podría morir, no desesperéis. Espero que os guste. (:

BlueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora