El Convento de Santa Inés

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Fuente: ABC de Sevilla

El monasterio de Santa Inés, uno de los conjuntos mudéjares más importantes de Sevilla, se ha convertido en noticia de alcance nacional tras la multa de 170.000 euros que la Consejería de Cultura le ha impuesto a las monjas clarisas por intentar arreglar sin su permiso el órgano del convento, uno de los más antiguos de Sevilla y el que inspiró a Bécquer su leyenda «Maese Pérez, el organista».

El rigor con que la Junta ha aplicado la normativa a las religiosas de Santa Inés, que encargaron a Joaquín Moeckel las alegaciones a la sanción, ha movido a muchas personas de Sevilla y del resto de España a solidarizarse con ellas. ABC pudo visitar el pasado lunes este monasterio, construido durante el último tercio del siglo XIV y parte del XV, con el que la Junta de Andalucía firmó el 12 de junio de 1990 un convenio de colaboración en el que se comprometía a restaurar el monumento a cambio de la cesión de una sala del mismo para uso cultural.

Entrar en este convento mueve a la melancolía. Aquí está enterrada Doña María Coronel, una mujer valiente que desafió a Pedro I «El Cruel» y se echó aceite hirviendo en la cara para frenar su acoso. Muchos siglos más tarde, Sor Clara, la antecesora de la actual abadesa, ejecutó otro desafío cerrando la sala Santa Inés, cedida a la Junta, en protesta por el incuplimiento del convenio, logrando con su coraje arrancar de la Administración parte de las obras del convento que se le negaban.

La que vemos ahora, varias décadas después, nada más entrar, es una de emergencia realizada el pasado verano que apuntala los tejados y la primera planta para que no se derrumben y provoquen una desgracia. Aquí viven doce monjas y entran a diario muchas personas para comprar sus dulces, su único medio de vida. «La gente se vuelca con nosotros y nos compra mucho. Estamos muy agradecidas y gracias a eso podemos vivir y hacer el mantenimiento mínimo del convento», cuenta la abadesa, Blanca Cervantes, una religiosa mexicana que llegó con otras compañeras de la orden en 1990. También viven tres españolas de veintipocos años, una de ellas abogada.

Nos dirigimos con ella y con Beatriz Rivas, portavoz de la Fundación Alqvimia, que financia la restauración del órgano, a la antigua portería (foto 2) sobre la que parece haber caído una bomba. Unas vigas de madera carcomida sostienen a duras penas las paredes,de las que se desprenden trozos.

No nos atrevemos a tocarlas para no quedarnos con algún cacho en la mano y no incurrir en un delito contra el patrimonio con su multa correspondiente, pues todo el convento está declarado Bien de Interés Cultural desde 1983, incluidos sus bienes muebles, entre ellos el famoso órgano de Maese Pérez que las manos sabias y generosas de Abraham Martínez y Jorge Anillo restauran con mimo en un taller de Alcalá del Río.

Aquí no hay techo y cuando lleguen las lluvias las monjas no saben qué va a pasar. «Si llueve, el agua puede entrar hasta las cocinas y la Junta, que debería cuidar de este bien patrimonial, no nos da ninguna solución», comenta Rivas. La abadesa asiente con al cabeza.

Ellas costearon a duras penas la obra de emergencia pero no se atreven a poner un toldo o un techo de chapa no vaya a ser que les caiga otra multa. La del órgano las ha hecho famosas en toda España pero no es algo que les guste. Salieron en todos los telediarios nacionales y hasta Telemadrid envió a dos periodistas a Sevilla a hablar con la abadesa, que contestó a sus preguntas de la manera más lacónica que pudo.

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