Descubriendo mi lugar en el mundo

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Soñé alguna vez con vivir en un pueblo

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Soñé alguna vez con vivir en un pueblo. Supongo que mi espíritu antisocial, y mi tendencia a la depresión me llevan a desear vivir en este tipo de lugares...

Hace pocos meses decidí que no tenia más nada que esperar, la contaminación sonora en la ciudad es tan insoportable como un taladro en hora de siesta. Gente alterada por su incomodidad de viajar en medios de transportes, inadaptados a una ciudad en constante crecimiento, gente que desquita su frustración con cualquier persona, animal o brisa mal habida que se cruce en su pasar. Una ciudad cada vez más agresiva, más intolerante, más vacía de empatía, más nada para mi. Definitivamente esto no es para mi... Aunque amé las noches porteñas en la calle Corrientes con sus cafés, alguna que otra obra de teatro que valga la pena, lamentablemente muy pocas y esas librerías repletas de clásicos donde pasaría horas de mi vida simplemente leyendo, descubriendo... Pero fue mi limite sentirme invadido por whatsapp, facebook y que se yo cuantas redes más, la tecnología se metió en mi casa, invadió mis pensamientos con sus mensajes a toda hora y sus comentarios y sus fotos y ese comportamiento tan repetitivo que pasa de una simple red virtual a la vida real. Esa intolerancia antes dicha que no es más que un producto de estas redes, que no es de ninguna manera libre expresión más bien es libertinaje verbal. Donde ya nada se piensa solo se copia, se pega y se comparte. Me siento sometido a ver, leer y escuchar personajes que en mi vida buscaría en google o youtube. Por que facebook es eso que nadie soporta "alguien que no para de hablar" que pretende ser el centro de atención del todo. ¡Nos hace creer que nuestra vida es un reality show! que absurdo... Contamos todo lo que hacemos, lo que pensamos, lo que sentimos creyendo que a alguien de esos 298 "amigos" (como mínimo) realmente les importa, y solo manifiestan preocupación en un muro, para que todos sepan que están preocupados, pero tal preocupación termina cuando la publicación se pierde entre la cascada de posteos que facebook decide que "te importan". Lamento ser un aguafiestas, él que se queja de todo, como me dijeron alguna vez... cuando hice un comentario poco feliz con respecto a la edificación y la sobre-población de Capital, o cuando me moleste por los agro-químicos de Monsanto. Todavía no lo olvidé...

Lamentablemente no puedo culpar a la tecnología de todo, más bien debo admitir que vivimos en una sociedad en decadencia y su factor principal es la brecha absurda y su base en el consumo excesivo. Donde la condición para "ser" es " tener".

No superé mi enojo esa mañana de agosto cuando decidí ya no ser. No pertenecer más a la ciudad. Si, ya sé, estoy deprimido...

El primer paso fue tomarme vacaciones. Saqué el Fiat uno y fui a buscar mi lugar.
Ese lugar que me abrace cuando llegue... Ese pequeño rectángulo acogedor que me susurre con su viento melodias al oído y me acompañe en ese sueño de paz que tanto anhelo. Mi lugar...
Finalmente viajé por el interior de Buenos Aires solo con la música del Negro Aguirre, Liliana Herrero y otros tantos genios. Conociendo lugares increíbles... Con esa tranquilidad que mi mente deseaba tanto, el canto de los pájaros, el sonido del movimiento de las hojas de los árboles... Sentí que me llamaban, que me invitaban a quedarme, pero mi lugar apareció un mes más tarde cuando accidentalmente tomé la ruta provincial 70 y ahí estaba. Era para mi, era él... A su alrededor hay de medio centenar de casas pero viven sólo unas diez personas. Sentí mi abrazo. Aunque inmediatamente de haber llegado los pueblerinos llamaron a la policía porque no me conocían, después de diez minutos todos sabían que era veterinario, que tenia 32 años,  que me llamaba Juan Pablo Diaz y no estoy seguro si también el DNI. La amabilidad llegó de apoco. Pero tan bien recibida que no me quise ir nunca más.

Comencé a interesarme en conocer la historia del pueblo, San Mauricio se llamaba, Coincidía con el nombre de un referente político que es de poco agrado para mí. Pero sólo es un simple nombre.. Era uno de los tantos pueblos que dependían de la actividad rural y principalmente del ferrocarril. Lamentablemente los ferrocarriles se empiezan a abandonar a partir de la década de 1970, ahí se quedaron, detenidos en el tiempo. Un pueblo de interés histórico fundado antes incluso de la aparición del tren, por don Mauricio Duva. Cuando llegué a San Mauricio, estaba habitado sólo por personas mayores que nacieron y crecieron en el lugar y no conocen otros.
Que triste, pensé.
La estación de tren te hace viajar en el tiempo, y esa casa pérdida en el viejo campo... me eriza la piel, pero de nostalgia.

Muchos de los que viven en el pueblo tienen pequeñas chacras con producciones también pequeñas de autoconsumo.
Pensé que podría hacer lo mismo junto con mi especialidad.
La gente joven de estos pueblos se fue hace mucho tiempo. Quizás a estudiar, pero muchos de ellos jamás volvieron. La idea de encontrar alguna compañía se me hizo nula, a menos que adopte alguna abuelita.

Caminé sus calles silenciosas y arboladas, me cargué de todo ese aire lleno de paz y olor a eucalipto, como si fuera un tubo de oxigeno. Usé sus sombras hasta que me volví parte de ese árbol. El suspiro se volvió recurrente en mi. Cada tanto se me piantaba un lagrimón. ¿Se puede ser tan llorón? me dije un par de veces, para no admitir quizás, que sólo era la sensibilidad que volvía a mí y que jamás supe cuando fue que la perdí... ¡Que emoción las canchas de pelota!, ¡de bochas!, las pulperías con frente de ladrillo a la vista carcomido por el viento... y esas puertas imponentes de madera tallada, todo estaba cómo encapsulado en un tiempo determinado... Logré que una señora se apiadara de mi y me alquilara una habitación. Doña Matilde, pequeña y encorvada, con ojitos achinados por las arrugas y la mirada más dulce que en mi vida había visto jamás. Cuando desperté la mañana siguiente me esperó con el desayuno, cuando salí de la casa me abrazó como a un hijo y cuando ya no me vió, activó mi sensibilidad. Este es mi lugar. Me dije y salí a encontrarme con mi casa.

Conociendo a MaríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora