"- ¿Y esas cicatrices?
- Son marcas de guerra.
- ¿De guerra?
- De una guerra contra mi misma."
Un dia hace cuatro años estaba en mi aula, sola como siempre, viendo a la gente pasar, reírse, disfrutar con sus amigos, ser feliz... Desee ser yo la que disfrutara la vida, desee ser ellos un día y dejar de ser yo, la nerd que nadie busca ni quiere a menos que necesiten algo.
Algo cortó mis negativos pensamientos: Thiago. Siempre Thiago. El tan odiado chico que hacia mi vida imposible. ¿Qué que había hecho esta vez? Prácticamente tirar toda su bebida sobre mí, como cada semana de cada mes de cada año desde que decidió que yo no era tan popular para ser alguien en su vida. Levante la vista y vi algo para nada nuevo, el, lindo como siempre, riéndose de mí y todos los demás siguiendo su ejemplo. Porque ¿Quién no quería caerle bien al gran Thiago Black? Nadie ¿a quién le importaba reírse de la estúpida Allyson Kat? Nadie
Y así era como nadie era amigo mío, ni nadie se acercaba a ayudarme ni nadie me defendía, incluida yo.
Con la dignidad que nunca tuve camine hasta el baño despacio, mi cabello negro mojado en jugo de naranja era algo común de ver en esta escuela. Limpie los restos de pulpa luego de cambiar mi camiseta mojada y volví a clase mientras el profesor de matemática dictaba los primeros ejercicios de las siguientes dos horas.
Termine de resolverlos cuarenta y cinco minutos antes que el resto y decidí sentarme a escuchar música en mi celular. Lo que nunca pensé que vería era una foto mía en ropa interior difundida en el chat de todas las divisiones de quinto año.
Lagrimas no tardaron en llegar y solo pude pensar que esta vez Thiago había ido demasiado lejos hasta para ser el. Me levante, junte mis cosas y me fui de la institución sin mediar palabra con nadie excepto mi mama que estaba viniendo a recogerme.
Diez minutos después la mujer que me dio la vida ya sabía todo lo ocurrido y yo lloraba en silencio en el asiento del copiloto con la vista perdida en esa ciudad que nunca más seria mi hogar dentro de una semana ya que mi madre, luego de llorar conmigo, había decidido aceptar una propuesta de traslado por su empleo a Seattle, una ciudad a mas de mil kilómetros de distancia de ese colegio.
Lo primero que hice al entrar a mi cuarto fue hablar con Abby, mi única amiga en este lio que era mi vida. Ella estaba enferma por lo que hoy no había asistido a clases. Su primera reacción fue venir corriendo a mi casa, pegada a la suya, y ayudarme a empacar mis cosas. Una hora después, ella se despedía de mí prometiendo obligar a sus padres a dejarla venir unos meses conmigo ya que "una noche de películas sin Allyson no era una noche de películas" según había dicho ella.
Ya me sentía mejor, Abby tenía ese efecto en las personas. Era humilde, divertida y solidaria. No soportaba ver mal a nadie ni ver una sola lagrima caer por mi rostro. Era la amiga que todos quieren y la mejor vecina que pude haber tenido la suerte de tener. Era mi par, mi complemento, la que me alentaba a seguir adelante. Era mi hermana. Y tan a pecho se tomo ese papel que dos días después había conseguido el permiso de vivir conmigo en Seattle durante seis meses mientras sus padres, que eran inexistentes en su vida, hacían un viaje por Europa.
Al día siguiente recogí todas mis pertenencias del casillero número 202 bajo la mirada de todos mis compañeros, me despedí de mis profesores y las pocas personas con las que había hablado en los últimos 5 años de mi vida en esta secundaria. Abby hizo lo mismo ganándose lagrimas de algunas de sus compañeras de clase y saludos de chicos que la seguían como abejas a la miel, Abby si tenía una vida social allí.
Y ahí fue cuando me sentí culpable, ella iba a dejar todo por mí. Pero cuando le exprese mis pensamientos ella solo dijo "deja de decir pavadas y camina, que este lugar nunca sería mi hogar sin ti". Solo pude llorar, de alegría, de confianza, de amor, de una hermandad que me dolía recordar porque ya no existia.
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Para viajar lejos, lee
ActionHistorias y cuentos, recuerdos y esperanzas, enseñanzas y consejos, amor y desamor, amistad y odio, lectura y realidad. "Soy mi propio libro. Me reescribo, me subrayo, me agrego paginas, me arranco las que duelen y dejo en blanco la ultima hoja sie...