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Comía su décima cucharada de ese rico kilo de helado de uva y frutos rojos, aunque el segundo sabor era más bien para su compañero, Bon.

Le encantaba saborear el frío con los ojos cerrados y no le importaba que se mezclara un poco con el otro sabor, era divertido congelarse la dentadura, sus labios eran empapados con los colores del helado y podía sentir más de una mirada sobre él, no era normal ver a un adolescente totalmente manchado de helado pero así disfrutaba comer el pelimorado.

Por otro lado, el menor de cabellos turquesa, comía lentamente, saboreaba los frutos rojos en su boca, aunque más de una vez se mezclaba con el sabor a uva, no era una molestia pero disfrutaba poco ese sabor.

Miraba un poco apenado a ese escándalo que tenía al lado, Bonnie podía ser un poco tierno pero era terriblemente infantil, claro que a él no le molestaba, poco le importaban esos molestos comentarios que pasaban cerca de su oído, corrientes personajes qué tal vez nunca vería de nuevo ¿qué más da ser un poco vivaz ante los lujos? De igual manera, estaba pasándola de maravilla.

El paisaje no dejaba nada a la imaginación, era colorido, el viento poco se presentaba y el cielo dejaba en ridículo a toda nube, pues pocas se presenciaban en este día de calor, claro que estoy hablando del parque después de todo, es solo eso, un parque.

–Bonnie... eres un desastre– escaparon las palabras de sus labios, casi inevitable el tragarlas, la conversación debía comenzar y no tuvo más que largar su primer comentario estupido del día.

–Mmm... es verdad, pero me gusta mucho el helado de uva, el tuyo tampoco está tan mal, disfruto el momento– dijo el pelimorado, no estaba mintiendo, no era capaz de hacerlo, simplemente era sincero ante el comentario de su maestro ¿qué más se puede pedir de este muchacho?

–Si, no está mal... Bonnie...– ese último llamado al final de su oración fue más una petición de atención hacia el mayor, no fue dura sino suave, necesitaba aclararse un duda.

–¿Si? ¿Pasó algo?– decía mientras dejaba la cuchara plástica dentro del pote vacío de helado, arreglaba un poco su cabello y miraba con sus dos orbes rojos hacia su maestro. Cuando Bonnie presta esta clase de atención es imposible desviarla hacia otra cosa, Bon era su centro de atención en este momento.

–Quería saber... si tu... ¿quieres empezar la práctica ya?– ¿era esa realmente su duda? No, claro todos aquí lo sabemos, Bon no tuvo la valentía de decirlo de nuevo, su mente le perturba con posibles escenarios negativos donde su compañero quede decepcionado o enojado o ofendido o...

–¡Claro! Vamos– este ser de cabellos violacios no podía ser más entusiasta cuando se trataba de tocar su instrumento, su sonrisa llegaba a poco alcance en su cara pero eso no impedía ver su gran felicidad, más que nada también emoción.

–claro, vamos– aunque este otro ser solo se maldecía internamente por su torpe y lento cerebro, sus palabras suaves y tartamudeo constante ¿qué más podría pedirse? ¿Acaso necesitaba un permiso para hablar? ¡Cerebro inútil!

La práctica fue diferente a otras, podía sentirse más animada, mucho más movida aunque el turquesa no dejaba de equivocarse, ya era repetitivo ese mal sonido de cuerdas. Aunque para él fuera avergonzánte no sabía que al mayor no le hacía problema repetir la mismas notas todo lo que el menor necesitara, después de todo es una práctica, aquí nadie era juez de nadie, aun así se sentía tenso.

–perdona, no se lo que me pasa hoy– era su décima equivocación y no habían salido de la segunda estrofa, sentía las miradas de Bonnie, parecían preocupantes, era tan incomodo.

–descuida, no pasa nada, volvamos a empezar– parecía un robot repitiendo la misma frase cada vez que el menor fallaba, no lo hacía a propósito y se veía en su voz, no estaba preocupado y tampoco enojado, aun así algo se sentía raro.

–Bonnie ¿podemos descansar?– dijo sentándose en la banca, no tenía ánimos, no había sido su mejor día. Se levantó tarde, se puso la ropa interior al revés al igual que sus pantalones, el gel le había abandonado, se confundió su desodorante con una lata de bronceador en spray, corrió a la escuela y luego se dio cuenta que era sábado, corrió al parque con el uniforme hecho bolsa, había olvidado su guitarra en su casa y tuvo que volver por ella, Bonnie llegó dos horas después y, para colmo, tuvo que pagarle un kilo de helado por babotas. ¿Te preguntas si odia su vida? No aún, deja que llegue hasta lo más interesante de la historia.

Tropezando en el Amor [BonxBonnie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora