IV. Sobras

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Gazmuri no importa, el que importa es Julio. Gazmuri ha publicado seis o siete novelas que en conjunto forman una serie sobre la historia chilena reciente. Casi nadie las ha comprendido bien, salvo quizás Julio, que las ha leído y releído varias veces.

¿Cómo es que Gazmuri y Julio llegan a juntarse?

Sería excesivo decir que se juntan.

Pero sí: un sábado de enero Gazmuri espera a Julio en un café de Providencia. Acaba de poner el punto final a una nueva novela: cinco cuadernos Colón enteramente manuscritos. Tradicionalmente es su esposa la encargada de transcribir sus cuadernos, pero esta vez ella no quiere, está cansada. Está cansada de Gazmuri, lleva semanas sin hablarle, por eso Gazmuri se ve agotado y descuidado. Pero la esposa de Gazmuri no importa, Gazmuri mismo importa muy poco. El viejo llama, entonces, a su amiga Natalia y su amiga Natalia le dice que está muy ocupada como para transcribir la novela, pero le recomienda a Julio.

¿Escribes a mano? Nadie escribe a mano hoy en día, observa Gazmuri, que no espera la respuesta de
Julio. Pero Julio responde, responde que no, que casi siempre usa el computador.

Gazmuri: Entonces no sabes de qué hablo, no conoces la pulsión. Hay una pulsión cuando escribes en papel, un ruido del lápiz. Un equilibrio raro entre el codo, la mano y el lápiz.

Julio habla, pero no se escucha lo que habla. Alguien debería subirle el volumen. La voz carraspeada e
intensa de Gazmuri, en cambio, retumba, funciona:

¿Tú escribes novelas, esas novelas de capítulos cortos, de cuarenta páginas, que están de moda?

Julio: No. Y agrega, por decir algo: ¿Usted me recomienda escribir novelas? Mira las preguntas que haces. No te recomiendo nada, no le recomiendo nada a nadie. ¿Crees que te cité en este café para darte consejos?

Es difícil conversar con Gazmuri, piensa Julio. Difícil pero agradable. Enseguida Gazmuri comienza a
hablar derechamente solo. Habla sobre diversas conspiraciones políticas y literarias, y enfatiza, en especial,una idea: hay que cuidarse de los maquillado res de muertos. Estoy seguro de que a ti te gustaría
maquillarme. Los jóvenes como tú se acercan a los viejos porque les gusta que seamos viejos. Ser joven es
una desventaja, no una cualidad. Eso deberías saberlo. Cuando yo era joven me sentía en desventaja, y ahora
también. Ser viejo también es una desventaja. Porque los viejos somos débiles y necesitamos no sólo de los
halagos de los jóvenes, necesitamos, en el fondo, de su sangre. Un viejo necesita mucha sangre, escriba o no
escriba novelas. Y tú tienes mucha sangre. Tal vez lo único que te sobra, ahora que te miro bien, es sangre.

Julio no sabe qué responder. Lo salva una risa larga de Gazmuri, una risa que da a entender que al menos
algo de lo que acaba de decir va en broma. Y Julio ríe con él; le hace gracia estar ahí, trabajando de personaje secundario. Quiere, en lo posible, mantenerse en ese rol, pero para mantenerse en ese rol de seguro debe decir algo, algo que lo haga cobrar relevancia. Un chiste, por ejemplo. Pero no le sale el chiste. No dice nada. Es Gazmuri quien dice:

En esta esquina ocurre algo muy importante para la novela que vas a transcribir. Por eso te cité aquí.
Hacia el final de la novela, justo en esta esquina ocurre algo importante, ésta es una esquina importante. A
todo esto, ¿cuánto piensas cobrarme?

Julio: ¿Cien mil pesos?

En realidad Julio está dispuesto, incluso, a trabajar gratis, aunque, por cierto, no le sobra el dinero. Le
parece un privilegio tomar café y fumar cigarros negros con Gazmuri. Ha dicho cien mil como antes ha dicho buenos días, maquinalmente. Y sigue escuchando, se queda un poco atrás de Gazmuri, le lleva el amén,
aunque quisiera más bien escucharlo todo, absorber información, quedar, ahora, lleno de información:

BonsaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora