Capítulo 5: "Ocho meses"

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Me encontraba masticando mis uñas con nervios mientras observaba fijamente la puerta al otro extremo del cuarto, estaba seguro de que muy pronto entrarían personas a limpiar lo que había vomitado hace unos instantes cerca de la cama.

Y tal como pensé, tras unos cuantos minutos, dos hombres vestidos en su totalidad de negros entraron a hacer la limpieza. Muy bien, está es mi oportunidad.

Rapidamente me paré del piso y comencé a correr hacia la puerta, pero justo en el momento en el cual había llegado al umbral, apareció Aslan en él.

—¿A dónde se supone que ibas, sujeto 25? —preguntó con una sonrisa que me hizo caer de rodillas ante él, a punto de romper en llantos del terror que había inundado y paralizado mi cuerpo.

—Lo lamento, lo lamento tanto —murmuré con miedo a lo que podía suceder en el futuro.

—Te quité el líquido porque te estabas comportando muy bien, pero al parecer tendremos que volver a la antigua rutina, ¿no? Con golpes, castigos severos y drogas, para que logres adecuarte a lo que quiero.

—Lo siento, lo siento —murmuré a sus pies y junto a mí pasaron los hombres, marchándose, dejándome a solas con ese monstruo.

No le interesaron mis suplicas, ya que simplemente dio una patada a mi rostro, apartándome aún más de mi lejana libertad.

Me fue imposible no chillar ante el repentino dolor que invadió mi cara.

—Duele —murmuré para mí mismo mientras tocaba mi nariz verificando que no escurriera sangre, pero sí salía.

—Me da igual si duele o no, sabes las consecuencias de lo que acabas de hacer, ¿verdad? —preguntó tomándome del cabello para que levantara la mirada del piso, tengo miedo.

—Sí —murmuré sollozando y me dio un puñetazo.

—Será mejor que vayas preparándote, porque pienso adiestrarte a como dé lugar.

Me habla como si fuera un perro, un animal, como si fuera cualquier cosa menos un humano...

—¡Por qué estás peleando! —exclamó mientras yo trataba de apartar mi cabeza del agua que me estaba asfixiando.

Soltó mis cabellos y a penas lo hizo, subí a la superficie para tomar grandes bocanadas de aire, tan grandes que me ahogaba yo mismo entre desesperación y tos.

—Lo siento, lo sien- —No pude terminar de disculparme, ya que nuevamente fui sumergido y nuevamente trataba de apartar su mano de mi cabeza.

—¡Cállate!, deja de forcejear tanto —gritaba con furia y tras soltarme, me sentía mucho más débil que la vez anterior.

—Mátame, mátame. Por favor, te lo ruego —murmuré con la mirada perdida, tratando de mirarlo a la cara.

—No quiero que digas eso de nuevo, ¿entiendes? —dijo apretando mi rostro con su mano, sujetándolo para que no apartara mi vista de su cara.

—Sí —musité y un escalofrío recorrió mi cuerpo a penas me soltó.

Tengo tanto miedo.

—Abre la boca —ordenó y lo hice sin desafiarlo, sin oponerme.

Se bajó el cierre del pantalón y tal como creí, sacó su miembro. Se sentó en la cama y me hizo una seña con la mano para que me acercara.

Tenía terror de hacerlo nuevamente, pero de todas formas hice lo que me señaló y comencé a chuparlo.

Las manos me temblaban, y al no saber bien cómo hacerlo podía sentir como se estaba enojando.

—No, no, ¡no! ¡Así no! —exclamó enojado y lágrimas se me escaparon, junto con algunas arcadas tras que empujara mi cabeza para que lo metiera aún más en mi boca, ahogándome.

365 Días para la libertad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora