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Un día empezamos a hablar de estupideces como cualquier otro día, me miró y con una sonrisa que habría confundido hasta al mismo Dios me dijo que yo le había gustado antes, cuando me enviaba notas estúpidas y no podía creerlo. Desde ese momento no lograba verlo de la misma manera, empezaba a sentir esas mariposas en la barriga pero algo en mi cabeza me impedía entregarme a esos sentimientos.

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