Capítulo I Presentación

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Dedicada a TifaSteph
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Dedicada a TifaSteph

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Francia, siglo XIX

−Bon... Bonjour. Soy Luis, ss...su nuevo aprendiz −tartamudeó el ansioso zagal, ingresando parcialmente al Estudio de Bellas Artes.

El añoso Maestro, estaba de espaldas a él, concentrado ante un lienzo inmaculado, con el pincel en alto, pero sin moverlo, sin esbozar siquiera una línea en la impecable tela, simplemente contemplándola. Pero ante las palabras del mozalbete, alterado su estado de trance, volteó, resignado, a verlo.

−Bonjour Luis− saludó, en tono monocorde, mientras en su mente pensaba en el elevado número de "Luices" que habitaban en Francia y en la poca originalidad de sus padres para escogerles nombre.

Esperaba no haberse equivocado con él y que la falta de creatividad no se activara de pronto en sus genes.

El joven, reconoció el saludo como una invitación de acceso y se adentró plenamente en la habitación, depositando su maletín sobre la mesa y limpiando el sudor de sus manos, con el paño de su vestuario, decorado aquí y allí por envejecidas manchas de pintura.

Había pensado ir a su primera entrevista vestido con un atuendo más presentable, pero los deseos del Maestro habían sido que "de inmediato y sin preámbulos, se pusieran a trabajar y a explotar las potencialidades y dones natos del muchacho"; por lo que aquel, finalmente había optado por llevar ropa de oficio.

Esta vez sin titubeos, avanzó un paso más hacia aquel talentoso e ilustre hombre enciclopédico, autor de afamadas Obras Realistas, quien había accedido a su formación profesional a sabiendas de que su avanzada edad no le permitiría una prolongada estadía en la tierra y consciente de que nunca había adoctrinado a un pupilo, y se animó a preguntar:

−¿Pintará algo nuevo el día de hoy Professeur? −la respuesta lo sorprendió.

−Ya he pintado el mismo paisaje, una y otra vez en mi mente, para mantenerlo fresco en los recuerdos. Lo que menos deseo es que envejezcan y se sequen como la pintura en mi paleta.

En efecto, como lo comprobó Luis, la paleta de pintura del Maestro estaba ajada, vieja.

−Si es su deseo Professeur, puedo facilitarle mis pinturas. Son nuevas − ofreció, cuando salió del estado de asombro. Y antes de que aquel diera su respuesta, ya se lo estaba alcanzando de manera servicial.

−Merci −dijo el Maestro, y sostuvo aquella fresca y flamante paleta, entre sus envejecidos dedos, cuya ductilidad adormecida, salió de su estado de letargo mágicamente, y comenzó a darle forma a sus diseños mentales, en el lienzo, vulnerando aquel estado virginal, casto, que había guardado hasta ese momento.

−¿Sabes cuál es el secreto de mi arte, la clave de mi éxito?−preguntó entonces, el ayo a su aprendiz. Y estaba claro que no espera respuesta, pues la pregunta era retórica−, que pinto el mundo tal cual es, manteniéndome fiel a los detalles y a la verdadera esencia de la imagen, y eso a la gente de hoy día le fascina, y me glorifican por estas cualidades "realistas". Aunque ninguno de ellos sabe lo que se esconde tras mi arte− añadió, nostálgico −. Hay cuadros que solo ocupan lugar en las galerías de mi imaginación y de mi mente... Paisajes que he llevado al lienzo pocas veces, pero que forman parte de una muestra privada−confesó, mientras hacía bailar el pincel por las curvas de la paleta y combinaba diversos colores, para formar el matiz perfecto en el cuadro.

−Lo que me está diciendo básicamente, es que lo que refleja su arte es la verdad para el mundo, pero no para usted. Es decir, su imaginación le propone otra visión, una alternativa diferente.... ¿Fantástica tal vez? −aventuró, inteligentemente.

El Maestro sonrió interiormente de manera amplia, seguro ahora de haber tomado la decisión adecuada.

−En effet garçon, en effect− musitó −. Pero esa palabra, por ahora será nuestro secreto−le guiñó el ojo, en complicidad.

−D'accord− asintió el joven y luego dijo− ¿Y ahora qué pintará Professeur?

−Tendrás que esperar a que termine para saberlo− fue su respuesta −. Pero mientras lo hago voy a narrarte una historia− comunicó.

Y el estudiante entendió, que ese día solo estaría de oyente y observador, aunque hubiera preferido poner manos a la obra también. Sin embargo, no dijo nada. Solo asintió y escuchó, con la certeza de que de aquel relato, también aprendería algo.

El fantástico VersallesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora