La mujer se encaminó al encerado. Su moño moreno estaba comenzando a soltarse de la gomita morada con la que estaba sujeto, dejando caer algunos mechones que enmarcaban su joven rostro.
Las mangas de su chaqueta azul marino tenían manchitas blancas, de ser apoyadas contra la tiza con la que estaba escribiendo la tarea con letras mayúsculas."Deberes para verano"
Esas tres palabras hacían daño a sus ojos, pero en breve se dio cuenta de que dañaba la vista de todos los alumnos en general, pues las quejas no tardaron en empezar a oírse: primero como murmullos y después a voz en grito entre los alumnos de 4° de secundaria.
– ¿Queréis más? Tengo una gran lista de ejercicios para poneros guardada en la tablet, ¡seguid, seguid! Ya veremos quién ríe el último – la mujer no paró de escribir mientras con su mano señalaba sobre el escritorio, donde descansaba la tablet de Apple, con teclado y soporte a juego.
Las miradas de algunos de sus compañeros relucieron con ávida diversión y ella tapó sus labios con su mano, intentando disimular la carcajada atrevida que comenzaba a acumularse en su garganta, queriendo salir.
El mensaje estaba claro. "Sin tablet no hay lista, y sin lista, no hay deberes."
Lo bueno de todo esto es que el valiente que se atreviese a tal hazaña ganaría una tablet de última generación.– ¡Stolls! ¡Es vuestra hora de brillar! – escuchó los cuchicheos de Harley, el único amigo verdadero que había tenido ese curso, detrás de ella y sobre el tumulto de voces que cada vez sonaba más alto. – Está distraída, podéis hacerlo rápido, ¡no se enterará! Y para cuando lo haga... Habrá sonado el timbre y podremos marcharnos. Pensadlo. Un laaaaaargo verano, sin deberes. ¿No sería maravilloso?
Hazel no tenía que girarse para imaginarse la mirada brillante de ojos café del chico en ese momento. Tampoco era necesario que mirase hacia él para saber que jugueteaba habilidosamente con un lápiz, colocándolo detrás de la oreja o haciéndolo girar entre sus largos y esbeltos dedos.
– ¡Seguro! Nos ponemos a ello, ¿verdad hermano? A la de tres – la voz entusiasta de Travis hizo que la tercera fila de la clase, una más atrás de la que él estaba sentado, comenzase a cuchichear, contándose entre ellos la próxima broma de los brillantes e ingeniosos hermanos, que les libraría de los deberes.
– ¡Para que esperar hermano! ¡Podemos hacerlo ya mismo! – cuchicheó Connor, quien rápidamente y sin hacer el menor ruido, se dirigió hacía la mesa de la profesora, bajo la expectante mirada de toda la clase.
Hazel tenía que admitir que era increíble ver como ese chico podía moverse sin ser detectado, sigiloso como un espía, casi como sí en lugar de caminar, levitase. Todo un digno ladronzuelo.
Solo faltaban unos míseros centímetros para que Connor se hiciese con su presa y Hazel pudiese conseguir sus tan deseadas vacaciones de verano libres, cuando, sin previo aviso, Anthony le arrebató la tablet delante de sus propias narices al menor de los Stoll.
Durante unos segundos ambos muchachos intercambiaron miradas asesinas. Sí alguien hubiese pasado entre ellos en ese momento habría tenido que esquivar los cuchillos que se lanzaban el uno al otro.
Hazel pudo ver como Anthony levantaba sobre su cabeza la tablet, mientras caminaba hacia atrás y se alejaba lentamente de Connor. A la vez, este último flexionaba sus piernas para lanzarse en pos del preciado objeto y con ello de su libertad.
Los dos chicos chocaron y Connor intentó escalar sobre el otro muchacho, al cual se le estaba haciendo muy difícil mantener el equilibrio con el peso extra del gamberro de clase, para alcanzar la tablet.
El forcejeo incrementaba ante los atentos ojos de todos los alumnos mientras la profesora seguía escribiendo en la pizarra, ajena a los sucesos a sus espaldas, añadiendo a la lista de tareas más lecturas y ecuaciones matemáticas que Hazel dudaba que fuese capaz de hacer correctamente.
ESTÁS LEYENDO
Beautiful Alter-Ego
FanfictionPorque las personas no siempre son como dicen y muchas veces esconden un "beautiful alter ego" que sólo muestran a aquellos que luchan codo con codo a su lado en el campo de batalla al que llamamos vida. Hazel Levesque no sabía que su verano iba a s...