Camelias rosas

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Hoy es su cumpleaños número veinticinco, el primero que pasará al lado de Víctor. No se ha hecho muchas expectativas sobre qué sorpresa le tendrá preparada para él, pues con solo pasar todo el día a su lado le daría felicidad y la satisfacción que necesitaba.

Pero todo hacía parecer que Víctor había olvidado por completo la fecha de su natalicio, no notaba actitudes sospechosas que le indicaran si estaba planeando algo o no, al menos no hace tres horas atrás, porque en éste instante, Víctor no se encontraba en casa. ¿La razón?: Le había avisado que saldría con Chris a beber unas cuantas cervezas. No hubo un saludo previo por su cumpleaños, ni un beso, ni un abrazo, nada. Con voz queda, decaída y sobretodo decepcionada, le dice que no hay problema.

No tenía intenciones de tener una gran fiesta o un costoso regalo, por favor, él solo hecho de que Víctor Nikiforov, su ídolo de toda la vida le dijera "Feliz cumpleaños" bastaba. Eso y pasar el día con él, por supuesto. Aunque ambos estuvieran viendo televisión o haciendo algo más, eso era todo lo que quería y que al parecer no tendría.

Todos ya lo habían saludado, incluso Yurio -más bien le gritó, pero fue un saludo a final de cuentas-, pero, ¿y Víctor? El brilla por su ausencia «y por su frente», pensó Yuri, quién río por su propia ocurrencia.

El día estaba por acabar, las noches otoñales de San Petersburgo le gustaban en demasía aunque que el frío a veces calaba sus huesos. Al estar sin Víctor ni nadie más al rededor, ni familia o amigos, solo se puso a observar la llegada de la noche desde su ventana, notando que incluso con las nubes que había, el cielo estaba negro y cubierto de muchas estrellas, que sin duda estaban brillantes acompañándole.

Luego de un rato mirando por la ventana, escuchó que tocaban la puerta. A paso lento y perezoso fue a abrirla encontrándose con una pequeña vela de color azul descansando en el piso, se quedó mirándola sorprendido y se asomó por la puerta. Encontró muchas de ellas, haciendo un camino, supuso que las pusieron ahí y la razón del porqué, o al menos se hacía una idea.

Al seguir las velas nota que estás le llevaron al patio trasero de su casa, «Es en serio Víctor?», pensó el japonés un tanto enternecido.

La casa en la que vivían, que Víctor insistió en comprar cuando Yuri se mudó con él, estaba ubicada en una parte un tanto alejada de los suburbios de San Petersburgo, dando a una especie de bosque o algo así creía Yuri. Cuando Yuri llegó hasta la última vela, se dio cuenta de que ahí no había nada, ni una mesa con cena romántica, ni Victor con flores. De nuevo nada. Ya un tanto hastiado y creyendo que es una burda y mala broma, se voltea dispuesto a irse, pero el ruido entre los arbustos le hace retractarse, un tanto temeroso y más observador de lo usual notó que hay un rastro de pequeñas camelias rosas, puestas de una forma muy graciosa, dando hacia un lugar de la casa que nunca había notado, no es que tuviera mucho tiempo libre para notarlo de todas maneras.

Ahora sí Yuri no entendía nada, tampoco se le ocurría el por qué Víctor -es obvio que se trata de él-, lo cita en un lugar con una fachada deplorable. «Ok, ese pensamiento fue despectivo, Katsuki», se reprendió el japonés.

Cuando al fin se decidió a entrar y vio el lugar, todos esos indiferentes pensamientos tomaron sus maletas y se fueron de vacaciones; sí, ese lugar es todo menos deplorable. El ambiente con flores y la luz tenue que producían las velas lo dejaron maravillado, pero el ver a Víctor, su Víctor en medio de una manta en el suelo con cena, vino y varios bocadillos que a él le gustaba comer, hizo que su corazón comenzará a latir como loco.

—Bueno ya no es veintinueve de noviembre pero aun así... feliz cumpleaños amor —le dijo Víctor con una sonrisa tan hermosa que Yuri ya no podía controlar los latidos alocados de su corazón —. Sé que debí pasar todo el día contigo, y no sabes cómo lamento que no lo hice, pero arreglar el lugar me tomo más tiempo de lo que pensé. —Sus ojos demostraban toda la sinceridad y amor que su alma podía exhalar.

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