Secret love.

14 0 0
                                    

Un joven de cabello azul alborotado irrumpió en la sala de ensayos de la escuela un sábado por la mañana, lo más probable es que no quisiera que le molestaran. Sus ojos, verdosos, mostraban cansancio, estrés y hasta se podía percibir un poco de sufrimiento. Pero pese a todo mantenía una suave sonrisa mientras abría la funda de su más fiel compañera, su guitarra.

Pasó horas y horas ensayando, debía ser mejor que todos, debía ser mejor que... Detuvo en seco ambas manos al darse cuenta de que lo estaba volviendo a hacer, estaba volviendo a pensar en él. Desde el primer día que lo vio algo dentro en su interior cambió, siempre que le veía o simplemente pensaba en el pelimorado el rubor en sus mejillas comenzaba a hacerse más notable que el calor en pleno verano. 

Tras unos largos minutos sumido por completo en sus pensamientos, de repente aquel silencio que él mismo había provocado cesando sus movimientos por completo, fue roto por la suave melodía que ahora irrumpía en sus oídos logrando que volviera en si. 

Sus latidos comenzaron a acelerarse a niveles que ni el mismo conocía, estaba asustado. Nadie podría venir a un lugar así un sábado a estas horas de la mañana, pensó, pero al igual que pensaba que no podía estar enamorado, estaba equivocado. 

Agarró por el mástil a su fiel compañera levantándola para ponerla en posición de ataque y en aquella posición, comenzó a avanzar haciendo el menor ruido posible para no alertar a el individuo desconocido, aunque no era necesario porque la música que emitía eclipsaba cualquier ruido que pudiese hacer el peliazul. Una vez hubo llegado a la sala de donde procedía aquel sonido entró cauteloso, bajando la guitarra poco a poco cuando se dio cuenta de quien era aquel individuo. Quedándose sin habla al instante.

Exacto. Era él. El pelimorado que había invadido sus pensamientos momentos antes y llevaba haciéndolo desde que le conoció. Aguardó a que la canción terminara, un tanto embobado por la belleza de el chic... de la melodía. Negó con la cabeza repetidamente ante aquellos pensamientos inapropiados sobre el joven, debía dejar de hacer eso. 

— ¿Bon? —Se había dado cuenta de su presencia. Una parte de él quería huir. La otra quería besarle. Se llevó ambas manos a la cabeza desesperado por borrar aquellos pensamientos de él, hasta que se dio cuenta de lo extraño que parecía aquello.

—H-Hola... —Logró decir al fin, un tanto sonrojado.

—¡Me alegra tenerte aquí! ¡Podrás enseñarme tus trucos, maestro!

Una sonrisa tonta se apoderó de él ante aquella declaración. Y acto seguido volvió a colocar la guitarra entre sus manos comenzando una melodía simple y acercándose a el contrario al ritmo de su propia música. El pelimorado respondió con una sonrisa y comenzó a seguir el ritmo del chico de ojos verdosos. Aquello no podía ser mejor. 

Transcurrieron los minutos y se convirtieron en horas. Estaban exhaustos, así que tomaron dos botellas de agua de la maquina y se sentaron en el suelo. 

—No necesitas maestro, tocas de maravilla... —Susurró cabizbajo el peliazul intentando parecer menos nervioso de lo que estaba.

—¿De verdad lo crees? —Giró la mirada para encontrarse a Bon a centímetros, cosa que a él no le intimidaba, es más, dejaba ver en sus ojos rojizos una ilusión notable por las palabras anteriores.

—S-Sí... Sí lo creo. —Comenzaba a respirar profundamente para intentar tranquilizarse a si mismo ante aquella cercanía, que obviamente le incomodaba. En el fondo de su ser luchaba contra la tentación de mirar sus labios.

—¡Eso es un gran honor, maestro!

—Debes de dejar de llamarme así.

—¿Por qué?

—Porque yo no soy ningún maestro.

—Claro que sí. Me enseñaste muchas cosas.

—¿En serio? ¿Como qué? —Cuestionó extrañado.

—Pues a...—Dijo tímido al principio conteniendo el sonrojo de sus mejillas.

—¡Chicos! ¿Que hacéis aquí? —Una voz femenina irrumpió en la sala. Ambos chicos dirigieron la mirada hacia el lugar de donde provenía el sonido para encontrar a Chica, una joven rubia, junto a otro dos jóvenes, uno castaño y otro pelirrojo. 

Era la banda de Bonnie, así que se levantó rápidamente y salió de allí a paso ligero despidiéndose de todos con una sonrisa—. Ya nos veremos Bonnie. 

Una vez había abandonado el lugar, el pelirrojo preguntó confuso—. ¿Quien era?

Bonnie con una pequeña sonrisa y un suspiro pesado, respondió—. Mi maestro. 


Fin.  

Secret love.Where stories live. Discover now