ENERO: West

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Weston Charles Channing III. Me quedé mirando el nombre mientras me preguntaba por qué iba a querer nadie tener un número romano detrás de éste. Seguro que era un pretencioso niño rico cuya mamá no quería sentirse avergonzada por las fulanas de Hollywood que solía llevar a sus pijos eventos. Al menos, en mi cabeza ésa era la única explicación posible que le encontraba al hecho de que alguien tan arrebatadoramente atractivo necesitara contratar a una escort. Hojeando las páginas, por fin encontré la lista de normas que la «señora Milan» me había dado la noche anterior.

1. Debes estar siempre perfecta. Nunca dejes que el cliente te vea sin arreglar. Debes estar maquillada, peinada, con las uñas pintadas y con la ropa sin una arruga en todo momento. El cliente te proveerá de un fondo de armario de su elección. Su estilista personal ya dispone de tus tallas y preferencias.

Puse los ojos en blanco y miré con anhelo a la nutrida pila de vaqueros que tenía en el organizador de armario. ¿Estilista personal? Joder, esa gente tenía demasiada pasta. ¿Tan difícil era escoger tu propia ropa? ¿Ya disponía de mis tallas? Genial. Ahora el tipo sabía que necesitaba perder unos cuantos kilos. Medir un metro setenta me daba la ventaja de parecer más delgada de lo que estaba, pero yo sabía que mi tía prefería a las chicas de una talla treinta y cuatro como mucho. Yo llevaba una voluptuosa cuarenta y dos, a veces una cuarenta y cuatro. Probablemente se me consideraría «talla grande» en el mundo de la moda. «Te ha elegido a ti», me recordé a mí misma mientras llenaba una mochila pequeña de cosas básicas: crema hidratante, maquillaje, perfume, mi Kindle y una bolsita con mis joyas favoritas. No había nada de valor, pero eran mías, y necesitaba ser yo misma aunque fuera con algo tan insignificante. También cogí un diario nuevo y un set de artículos de papelería personalizado. Pensé que, ya que esa experiencia iba a durar un año, debía aprender algo de ella. Joder, puede que incluso llegara a escribir el guion de una película sobre eso algún día. Tras depositar la mochila sobre la silla repleta de cosas en aquel apartamento que alquilaba por cuatro chavos, continué leyendo el resto de la lista.

2. Sonríe constantemente. Nunca te muestres enfadada, triste o sensible en modo alguno. Los hombres no contratan a mujeres para ocuparse de sus problemas emocionales. Contratan a mujeres precisamente para no tener que hacerlo. No mostrar emociones. Este punto ya lo tenía controlado. Había mantenido una buena charla conmigo misma al respecto después de hablar con Millie y de aceptar el trabajo.

3. No hables a menos que te estén hablando a ti. Estás ahí para estar guapa y encantadora cuando se te requiera. Consulta con el cliente sus necesidades antes de acudir a algún evento social o profesional para que sepas cuál es tu papel.

¿Qué tenemos? ¿Cinco años? Sé una Barbie. Lo pillo. Qué tontería.

4. Tienes que estar disponible en todo momento. Si el cliente quiere quedarse más rato, te quedarás con él. Sé respetuosa, cuida tus modales y adelántate a sus necesidades. Si busca compañía, puedes ofrecerte a acurrucarte con él. El sexo no es obligatorio.

¿Quería que me «acurrucara» con el cliente cuando lo que él pretendía era follar? Me partía de la risa. Sería un momento interesante: «Hola, tronco, ¿quieres acurrucarte conmigo?». Solté una carcajada y continué leyendo.

5. El sexo con los clientes no está incluido en el contrato. Eres libre de decidir si quieres ofrecer compañía sexual, y Exquisite Escorts no se hace responsable de ello. No obstante, exigimos que todas nuestras chicas usen un método anticonceptivo que pueda demostrarse en un momento dado. Es posible que se te solicite que te sometas a un análisis de sangre.

¿De dónde sacaba toda esta mierda? ¡Venga ya! ¿Quién iba a querer quedarse preñada de un hombre al que acababa de conocer y al que no amaba? Ah, claro, hombres ricos, mujeres estúpidas. La combinación perfecta para el desastre. Pero yo no era una de esas mujeres. En cuanto mi padre estuviera a salvo y hubiese pagado su deuda, volvería a mi vida. Aunque no tuviera muy claro cuál era. Miré el reloj y vi que era hora de marcharse. A pesar de que Millie quería que llegase en una de sus limusinas, le había asegurado que acudiría yo a encontrarme con el cliente. Había sido mi única condición. Si esa vez todo salía bien, para las siguientes estaría más dispuesta a que los clientes me recogieran. Pero por el momento tenía muchos recelos, de modo que acudiría en moto, aunque le había prometido que cogería un taxi. Al fin y al cabo, no se iba a enterar. Me planté mis vaqueros negros más sexis y un top negro ceñido de rejilla. Me puse la chaqueta corta de cuero negro y un par de botas de ante altas hasta la rodilla. Sabía que Millie me mataría si me viera así, pero necesitaba el elemento sorpresa para tantear al tal Weston Charles Channing tercero antes de aceptar voluntariamente ser su acompañante durante las próximas cuatro semanas. Por fin llegó el mensaje. Era de un número desconocido.

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