Ekha abrió los ojos, agitada, irguiéndose con un salto. Miró a su alrededor. ¿En dónde estaba? Había vegetación, enredaderas de tallos rojos y húmedas hojas. Adornaban paredes de un fantástico acabado, sin tallados, de aspecto más bien tecnológico. Escuchaba voces, hablaban un idioma desconocido.
Estaba sola, nadie se percataba de su presencia. ¿En dónde estaban los demás? Estaba en un angosto pasillo, sin rastros de Anuk, Terhuk o Kiha. Esperaba que estuvieran bien.
Conteniendo el aliento, se llevó una mano al pecho y comenzó a andar, casi adherida al muro, ocultándose entre la vegetación. Siguió las voces, no parecían hostiles, pero lograba identificar la preocupación en el tono. Cruzó el corto andador, hasta llegar a una cámara amplia. Las voces provenían del interior. Se ocultó antes de entrar.
Trató de hacer un análisis sensorial con su traje, pero sus dispositivos, sus utilidades y herramientas no funcionaban, ni siquiera el visor térmico. Se llevó una mano al cuello y dio dos golpecitos con el dedo. Escuchó algo encenderse. Respiró aliviada, por lo menos el traductor parecía funcional. Esperaba poder analizar el idioma con unas cuantas frases para lograr decodificarlo.
Se mantuvo oculta, entre dos paredes. Dejando que las voces siguieran intercambiando frases mientras su traductor intentaba dominar el idioma. Aún no lo asimilaba del todo. De verdad existía la vida alienígena, tenía la prueba de ello ahora mismo. ¿Cómo había llegado a este lugar sin ser vista? Era un misterio, pero se sentía afortunada. ¿Sus compañeros habrían corrido la misma suerte?
«Análisis completo —rezó un aviso en su oído».
Ekha pasó saliva. Ya tenía el idioma, podría entender lo que estaban diciendo, el siguiente paso sería acercarse. Estiró su cuello para poder ver mejor, sin salir de su escondite, pero lo que encontró la dejó completamente sin habla. Sus ojos se abrieron de par en par, sus músculos se tensaron, su corazón comenzó a palpitar con fuerza. Humanos... ahí había... humanos.
No... Nada le aseguraba que fueran de su propia raza, podrían ser una forma de vida similar. Además, su piel era blanca, contrastante con la de ella y cualquier otro arqueano. Las únicas personas de piel blanca, eran los procedentes de Galus —antigua Europa—, nación que había sido azotada por el caos desde hace tiempo. No había forma de que cualquiera de ellos pudiera haber llegado a un lugar como este, y menos con su pobre tecnología.
Como acto reflejo buscó un nuevo lugar para ocultarse. Su agilidad era lo único de lo que podía enorgullecerse, así que la usó a su favor. Como una sombra se movió, rápida y flexible, adaptándose a los puntos ciegos de los seres que estaban en el lugar.
La habitación era amplia, parecía un laboratorio. Ekha se ocultó entre mesas y tableros de control, siempre detrás para evitar ser vista. Revisaba el techo y las esquinas. No parecía haber sistemas de vigilancia, tan solo esa extraña vegetación que, por alguna razón, le resultaba tan familiar. Al ocultarse entre algunos arbustos, dedujo el porqué. Estas plantas venían de la tierra.
Con su mente a punto de estallar, prestó atención a lo que tenía delante. Una mujer, que parecía ser la de mayor rango en el lugar, era la que hablaba. Su cabello rubio y ojos azules tenían un efecto hipnótico; su voz fuerte, imponía presencia. Fue entonces cuando Ekha cayó en cuenta de algo. No llevaba aditamentos espaciales. Vestía ropa entallada, color blanco y negro, de un material resistente, como el de un traje espacial.
—Comprendo —decía la mujer de cabello dorado—. Este planeta está lleno de Salvajes.
El traductor hacía su trabajo.
—No solo eso, mi señora —respondió un hombre. Parecía un científico—. El campo gravitatorio de los planetas adyacentes provoca alteraciones peligrosas a intervalos regulares.
—¿No es posible adaptarse? —preguntó la mujer.
—Tan sólo es... difícil. Pero hay mejores planetas.
Ella suspiró.
—Tienes razón —concluyó—. No os arriesguéis más. Abortad la operación. Dejad este planeta ahora mismo.
La mujer observaba, con las manos en la cintura, el vidrio que daba vista al exterior. Se encontraban en un lugar alto, desde el cual se podía apreciar la superficie del planeta en el que Ekha y su equipo habían aterrizado hace poco. La roca que lo conformaba se congregaba para formar montañas, formaciones naturales que se perdían de vista en el horizonte.
Ekha se sobresaltó. ¿Salvajes? De qué estaban hablando. ¿De dónde venían estas personas? ¿Quiénes eran? Quería respuestas, pero no estaba segura de cómo obtenerlas. Estaba tan concentrada pensando, que se sobresaltó cuando escuchó una imponente voz masculina.
—¿Quién eres tú?
Palabras: 752
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Nun Kuh
Science FictionCorría el año 2012 cuando La Plaga cambió por completo la vida en la Tierra. Cinco años después, la civilización más avanzada del planeta envió su primer intento de colonización espacial con cuatro de sus mejores elementos. Su destino, la Enana Roja...