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La respiración de Ekha seguía agitada. Este planeta le causaba escalofríos.—Te-tenemos que irnos de aquí —dijo ella, juntando valor—. No es seguro. Aquí hay... cosas. Cosas que no podemos ver.
—¿Qué estás diciendo Ekha?
—¡No lo sé! —exclamó al fin—. Podemos analizarlo en la nave, debemos irnos de aquí.
—Ekha... —Empezó a decir Terhuk—. Sé que estás asustada, pero no podemos irnos. No sin saber cómo enfrentarnos a lo que está allá afuera.
Él tenía razón, ese problema seguía allá afuera. Ekha exprimió su mente, recordando el vívido sueño que había presenciado.
—El cristal... —murmuró.
—¿Qué estás... —Apenas alcanzó a decir Anuk.
—¡Ekha no! —Terhuk trató de detenerla, pero ya era tarde.
Con un arrebato de valor y pánico, Ekha lo cogió. Cerró sus ojos con fuerza, esperando volver a tener alguna visión, pero no ocurrió nada. Respiró aliviada, igual que sus compañeros. Tenía el cristal en su mano, emanando una calidez que la reconfortaba.
—Quiero intentar algo —dijo Ekha, echando a andar hacia fuera de las ruinas.
En cuanto tuvo la salida delante, se quedó petrificada. Dejó caer el cristal al suelo.
—Oh no, otra vez —dijo Kiha, negando con la cabeza.
—N-no... —Se apresuró a decir Ekha—. No ha sido eso, yo... sólo me sorprendí.
—¿A qué te refieres? —preguntó Terhuk.
—Vedlo vosotros mismos —dijo la joven, levantando el cristal del suelo y arrojándolo a manos de Terhuk.
Al tenerlo consigo, el joven tuvo la misma reacción que Ekha, dejando caer el objeto. Anuk atrapó el cristal en pleno vuelo y se quedó boquiabierto ante lo que observó en el exterior. Con cuidado, lo pasó a Kiha, quien lo recibió con sus manos temblorosas.
Lo que tenían delante, lo que el cristal permitía observar, era algo inaudito. Decenas, no... Cientos de criaturas. No parecían tener un cuerpo físico, sino que lucían como cúmulos de energía pura, con diversas formas y tamaños.
—Salvajes —dijo Ekha, cuando recibió nuevamente el cristal en sus manos.
—¿Cómo lo supiste, Ekha? —preguntó Terhuk.
Ekha frunció el ceño.
—Creo que... el cristal me lo mostró.
—Sorprendente, debemos analizar ese objeto con mayor detenimiento —dijo Anuk—. Volvamos a la nave.
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Nun Kuh
Science FictionCorría el año 2012 cuando La Plaga cambió por completo la vida en la Tierra. Cinco años después, la civilización más avanzada del planeta envió su primer intento de colonización espacial con cuatro de sus mejores elementos. Su destino, la Enana Roja...