Prefacio

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(Aclaración: Aunque el inicio de este capítulo parezca el que ya publiqué, la parte central del mismo es distinta, así que os animo a leerlo todo :))

—¡May! —Una voz femenina me llamó desde la cocina—. May, si no te levantas ya llegaremos tarde.

Gruñí y enterré mi cabeza bajo las sábanas. Escuché unos pasos avanzar por el pasillo y temí que fuera mi madre, pues ella siempre era muy estricta con la puntualidad.

—Jovencita —Esta vez habló una voz masculina, por suerte era mi padre el que había venido—, será mejor que te levantes ya, tu madre se va a poner hecha una furia.

Me destapé y le dediqué una gran sonrisa a mi padre.

—Le tienes miedo a mamá —dije, y pude notar que él se sonrojaba un poco.

—No es miedo, solo aprecio mi vida... Y tú también deberías —dijo guiñándome un ojo.

Me puse en pie con un bufido de resignación y me dirigí al baño con una camiseta de AC/DC y unos vaqueros cortos en la mano. Me miré al espejo solo para confirmar que mi pelo castaño seguía tan alocado como siempre, ni siquiera traté de cepillarlo, sabía que era inútil. En su lugar, tomé mi varita y la usé para recoger mi cabello en un moño del que escapaban los mechones más rebeldes.        

Me lavé la cara, me vestí y salí del baño en dirección a la cocina.

 —¿Son tortitas eso que huelo? —pregunté con una sonrisa.

—Pues claro, es la tradición —contestó Annie, mi hermana pequeña, tratando de alcanzar a coger el bote de sirope.   

Era 1 de septiembre, y todos los años mi madre nos preparaba tortitas como despedida antes de que nos marchásemos a Hogwarts. 

Bajé el sirope de la estantería, se lo di a mi hermana y me acerqué a Julian.

—Buenos días, Jude —saludé a mi hermano, que ya estaba sentado a la mesa, y le revolví el cabello porque sabía lo mucho que le molestaba.

 —Los serían si dejaras de hacer eso —me espetó con ceño fruncido.

 —May, deja a tu hermano —me pidió mi padre sin alzar la vista de El Profeta.

Yo puse los ojos en blanco y me acerqué a saludar a mi madre.

—Buenos días, mejor mamá del mundo —le dije tras besar su mejilla.

—Eso lo dices hoy porque hay tortitas —respondió sirviendo café en dos tazas.

—Lo digo porque es la verdad —repuse yo sentándome a la mesa—, ¿cuántas madres en este mundo preparan dulces casi a diario para sus hijos, tienen poderes increíbles y saben tanto de música? La respuesta es: solo tú. Eso te convierte en la mejor madre del mundo.

Ella puso los ojos en blanco, aunque una sonrisa se dibujó en su rostro. Le dio una de las tazas de café a mi padre, que besó brevemente su mejilla, y dejó una bandeja llena de tortitas en el centro de la mesa antes de tomar asiento. 

—¿Estás nerviosa, Annie? —le pregunté a mi hermana, pues este iba a ser su primer año.

—No mucho —respondió echándose sirope, pude ver como desviaba la mirada y supe que me había mentido.

—¿En qué casa te gustaría estar? —Esta vez habló mi madre.

—Me gusta Ravenclaw —contestó tras pensarlo un poco.

—Gryffindor es mejor —dijimos mi padre y yo a la vez. Me giré para mirarle y pude ver que sonreía.

—Mientras no te pongan en Slytherin... —masculló Jude.

Under your skin➳ May LongbottomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora