Caracas 24 de marzo.
- 6 de la mañana -. El reloj suena sin parar en el cuarto de Luisa Castillo. Ella no quiere despertar. No quiere ver el sol que se asoma detrás de la ventana. No quiere pensar.
Se levanta afligida, triste, oscura como una noche sin luna.
Va a la cocina y tras tomar una taza grande de café negro, negro como el petróleo se deja caer en el sofá de su humilde morada.
Contempla la foto de su bebé Édgar Torres de apenas tres añitos de edad, la cual se vislumbra en una porta retratos en la mesa de centro frente al sofá donde se encuentra sentada.
Su mirada viaja a un lugar no específico por un instante que se hace infinito para ella.
Toma entre sus manos la foto de su bebé y de repente caen por sus mejillas grandes gotas de fuego. Gotas que le queman el rostro, se deslizan por el tobogán del sufrimiento y se esparcen con un sonido fuerte y seco tac-tac sobre la porta retratos que aún contempla sin pestañear.
Lo deja a un lado y se levanta sin rumbo, sin fuerzas.
Luisa, tras darse un largo baño, se coloca un vestido negro. Se mira en el espejo y aún no puede creer lo que ve. La mirada vacía y sin luz de una mujer sumida en la tristeza y el dolor.
Todavía está en shock. Hoy entierra a su bebé Edgar, a su niño de tres años al cual unos desgraciados sin corazón le robaron la vida, se la arrebataron de diez disparos.
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Una estrella que se enciende
Short StoryEdgar Torres tenía solo tres años cuando fue asesinado de 10 tiros en un sector popular de Caracas, Venezuela. A través de una estrella que se enciende el lector se podrá sumergir en tan trágica historia de una familia víctima de la delincuencia des...