Fueron pasando los días. Luisa y su familia fueron a la primera, segunda, tercera, cuarta consulta. Pero ella en el fondo seguía igual, se sentía igual.
Un día fue a visitar al sacerdote de la iglesia y por fin encontró la respuesta a lo que sentía. Tenía que perdonar.
Perdonar aquellas personas que le apagaron la luz a los ojos de su bebé. Perdonar, perdonar, perdonar, eso era lo que tenía que hacer.
Pero, ¿Cómo lo hacía?
Dos meses después habló en una reunión extraordinaria con sus vecinos y demás habitantes del sector para realizar actividades e incentivar aquellas personas y aquellos jóvenes que van por mal camino para regenerarlos.
En los primeros días, las personas por el mismo miedo que existía, miedo a represalias, no querían incluirse en dichas propuestas pero luego entendieron que la solución la tenían en sus manos. Y entre todos lograron ir incluyendo en las actividades a todos los jóvenes del sector.
Los últimos en llegar fueron de la banda de "los convives" después de varios meses de lucha y espera.
Cuando Luisa les vio la cara a los cinco miembros de la banda no pudo dejar de recordar el momento en el que mataron a su Edgar. Pero comprendió que guardando rencor toda la vida no iba a poder superar el trauma que le dejó la muerte de su hijo. Por el contrario, si seguía guardando rencor y odio su tristeza nunca iba a desaparecer.
Los vio como mirando a pájaros heridos de alma. Luego de contemplarlos un largo rato los llamó y los invitó a pasar a la charla; Allí, luego de un largo rato, Luisa tomó la palabra. Ellos, por un instante se sintieron incómodos, pero permanecieron inmóviles como rocas en sus asientos aguardando las palabras de esta.
- Yo hace meses - Expresó - Me encontraba sumida en un gran dolor, en una gran tristeza. Yo, Luisa Castillo, fui víctima de la violencia que estaba desatada en el sector. Hace meses mataron a mi bebé Edgar de apenas tres añitos, un angelito de Dios que no tenía la culpa de los errores de los adultos. Eso fue (la pérdida de mi hijo) lo que me dio fuerzas para realizar estas reuniones en el sector. Y no les digo esto para que me tengan lástima. Yo expreso esto porque en estos momentos, aquí en la misma plaza dónde estamos reunidos se encuentran las personas que asesinaron a mi hijo. Y hoy aquí les quiero confesar que no les guardo rencor y les quiero decir a ustedes delante de todos que los perdono, en nombre de mi hijo Edgar, los perdono.
Tras expresar Luisa estas palabras todos los habitantes se levantaron de sus asientos y la ovacionaron con aplausos a ella, a la guerrera, a la audaz, a la ejemplo a seguir, a Luisa.
Fue pasando el tiempo y los ex integrantes de la banda extinguida en el tiempo "los convives" tras pedir perdón y estar arrepentidos empezaron un trabajo diario y arduo junto con Luisa y los demás habitantes para realizar trabajos de ayuda en el sector.
Hoy, dos años después de aquel hecho tan lamentable, Luisa pudo superar la muerte de su ángel. Creó una fundación llamada Edgar Torres, una fundación sin fines de lucro dedicada a prestar ayuda a aquellos jóvenes con problemas de conducta y vicios, siendo esta una excelente puerta para la regeneración de estas personas.
Hoy nuestra guerrera, nuestra luchadora, se encuentra de nuevo en la maternidad... Esta vez para traer al mundo al pequeño Carlos Torres...
Una nueva estrella.
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Una estrella que se enciende
Short StoryEdgar Torres tenía solo tres años cuando fue asesinado de 10 tiros en un sector popular de Caracas, Venezuela. A través de una estrella que se enciende el lector se podrá sumergir en tan trágica historia de una familia víctima de la delincuencia des...