1.0 Elysa

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Era tarde ya. Quizá media noche y estaba pasando el cumpleaños más nefasto que pudo haber tenido en sus 26 años de vida.

Había salido hace una hora de aquél restaurante de comida Japonesa en el que le habían mandado al carajo sin consideración. Vaya, qué bonito momento había escogido Joohyun para terminar con él. Y pudo haber sido probable el que no doliera tanto si Seokjin no hubiese considerado pedirle matrimonio en ese momento. Ahora todo era parte de un bonito momento que logró construir en su mente antes de la hora de la verdad, esa que le golpeó en la zona baja y se esparció por todo su ser.

Después del pequeño e inesperado suceso pensó que lo mejor sería retirarse con la cabeza tan alta como pudiera mientras su corazón aún no se partía porque, de ponerse a llorar ahí, su dignidad quedaría aplastada completamente. Sin una mínima oportunidad de defenderla o levantarla siquiera. Entonces, dejó el pago de la reservación (incluso cuando no hubiesen consumido nada todavía) junto al anillo carísimo que había escogido por horas solo para quien fuera su novia. Porque el artilugio debía ajustarse a la perfección a una mujer hermosa, así como lo era Bae Joohyun.

Negó con la cabeza para recordar menos o, como mínimo, revolver su mente y enviar lo vivido a algún rincón donde tardase mucho en regresar a la superficie. Continúo el camino sin rumbo que había empezado. En algún momento la curiosidad por saber dónde andaba le hizo levantar la vista y observar: las calles dejaron de ser desoladas para convertirse en puntos aglomerados de la ciudad; los edificios altos y vistosamente estéticos por donde se les viera se redujeron a locales de, máximo, dos pisos de altura, de colores oscuros y con exuberantes letreros que brillaban gracias a las luces neón, algunos con imágenes significativas que con solo un vistazo se deducía lo que encontrarías en el lugar –y era precisamente un lugar de esos al que el chico del corazón roto había decidido entrar–.

Con 26 años, cuerpo malditamente sexy, rostro bien esculpido por algún dios, cabello negrísimo como esa noche, labios rojos brillantes debido a una ligera capa de saliva que su lengua dejó previa y estrenando soltería, Kim Seokjin entró a un club nocturno. No cualquiera, por supuesto.

Metió las manos en los bolsillos delanteros de su pantalón y se detuvo frente al guardia. Era un tipo musculoso, la playera negra que vestía se le veía apretadísima. Cosa que pasaba desapercibida debido al rostro suave y, de cierta manera, dulce que tenía. No importaban siquiera las perforaciones en sus labios y orejas, mucho menos los contados tatuajes de sus brazos: ese tío solo provocaba ganas de morderle las mejillas.

—Identificación, por favor —pidió con una voz igual de suave. Seokjin expulsó el aire que contenía y con simplicidad rebuscó en el bolsillo derecho aquella cartera que le hubiese regalado su ex novia en el último aniversario. Abrió de mala gana el objeto y sacó la tarjetita de plástico que había sido solicitada por el guardia del club. Éste la tomó y verificando que se trataba de la persona que tenía enfrente, descolgó el lazo rojo típico de aquellos lugares. Sonrió al percatarse de la mueca deforme que el joven azabache mantenía mientras veía la cartera—. ¿Mal recuerdo? —le preguntó entregándole la identificación.

—¿Cómo? —cuestionó Seokjin de regreso. Confundido por la pregunta tomó la tarjeta y la devolvió al interior.

—Eso —apuntó con la cabeza refiriéndose a lo que sostenía en las manos—, la cartera. ¿Te trae malos recuerdos?

—¿Por qué la pregunta?

—Es que no has dejado de verla con cara de puta vida —rió. El sonido resultó tan agradable que contagió, por unos cortos segundos, a Seokjin.

—No malos precisamente, más dolorosos —los ojos del guardia se abrieron considerables. Seokjin pensó que lo único rudo en aquél chico eran las decoraciones particulares que adornaban sus brazos y orejas.

Dear Seokjin                               »twoseok Donde viven las historias. Descúbrelo ahora