PRÓLOGO

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Doreen Hawkins estaba llorando en el baño.

De nuevo. Yo sabía que era ella porque en los tres meses que llevaba en el Instituto Horace Green, ya había visto a Doreen llorando en el baño dos veces. Ella tenía un sollozo bastante distintivo, agudo y ahogado como el de un niño pequeño, incluso cuando Doreen tenía dieciocho, dos años mayor que yo.

Antes la había dejado sola, imaginándome que todas las chicas tenían derecho a llorar en un baño público de vez en cuando. Pero hoy era la noche del baile, y había algo realmente triste acerca de alguien llorando en ropa formal. Además, yo había desarrollado cierta debilidad por Doreen. Había una chica casi igual a ella en cada escuela a la que había asistido (diecinueve y contando). Y aunque yo podría haber sido tratada como la rara de la clase, la gente no era malvada conmigo; la mayoría de las veces simplemente me ignoraban. Doreen, por otra parte, era el saco de golpear de la clase.

Para ella la escuela no había sido más que un constante desfile de dinero para el almuerzo robado y comentarios desagradables. Me asomé debajo de la puerta y vi un par de pies con sandalias amarillas de atar.

—¿Doreen? —la llamé, tocando suavemente la puerta—. ¿Qué ocurre?

Ella abrió la puerta y me miró con ojos enrojecidos.

—¿Qué ocurre? Bien, veamos, Camila, es la noche del baile de mi último año ¿y ves a algún chico cerca a mi?

—Um... no. Pero estamos en el baño de mujeres, así que pensé…

—¿Qué? —preguntó ella mientras se paraba y limpiaba su cara con un rollo gigante de papel higiénico—. ¿Qué mi cita está afuera esperándome? —respondió ella—. Por favor. Les mentí a mis padres y dije que tenía una cita. Así que ellos me compraron este vestido… —Ella golpeó la tela amarilla como si fuera un bicho que estaba tratando de matar—. Y les dije que mi cita se iba a encontrar aquí conmigo, así que ellos me trajeron. Yo sólo no podía decirles que no recibí ninguna invitación a mi baile de graduación. Hubiera destrozado sus corazones. —Ella puso sus ojos en blanco—. ¿Qué tan patético es eso?

—No es tan patético —dije yo—. Muchas chicas vienen solas al baile.

Ella se quedó mirándome.

—¿Tú viniste con alguien?

De hecho, si había venido con alguien. Claro, era Calvin Gregson, quien debía ser la única persona en el Instituto Horace Green  menos popular que yo, pero de cualquier forma era una cita. Y mi mamá había estado tan emocionada de que alguien me hubiera invitado. Ella vio esto como mi intento de encajar en este lugar. Encajar era realmente importante para mi mamá. Vi a Doreen allí parada con su vestido amarillo, limpiando su nariz, y antes de que pudiera detenerme, dije algo totalmente estúpido:

—Yo puedo ayudarte.

Doreen me miró a través de sus ojos hinchados.

—¿Cómo?

Enganché mi brazo con el suyo, poniéndola de pie.

—Tenemos que ir afuera.

Salimos del baño hacia el abarrotado gimnasio. Doreen parecía cautelosa mientras yo la guiaba hasta las grandes puertas dobles y afuera, hacia el estacionamiento.

—Si esto es algún tipo de broma, tengo spray de pimienta en mi cartera —dijo ella, sosteniendo su pequeña cartera amarilla cerca a su pecho.

—Relájate. —Mire alrededor para asegurarme de que estuviera vacío. Aunque estábamos a finales de Abril, el aire era bastante frío, y las dos temblabamos en nuestros vestidos.

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