CAPÍTULO 4

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Una vez que hube eliminado eso de mi sistema, aun tenía una hora hasta la cena.
Decidí hacer algo de exploración. Había abierto las dos pequeñas puertas de
nuestra habitación, vanamente deseando la existencia de baños privados, pero no.
Sólo armarios.
El único baño en todo el piso estaba en el extremo opuesto del pasillo, y eso, como
el resto de la casa, era espeluznante. La única luz venía de unas pocas bombillas de bajo voltaje que rodeaban un gran espejo sobre el mueble de los lavamanos. Eso significaba que las duchas se encontraban en la parte de atrás de la habitación la cual estaba cubierta de sombras. Dándoles una mirada cercana a las duchas, me di
cuenta que nunca antes había tenido una razón para usar la palabra "viscoso" antes de ahora.

Sabía que debía de haber empacado sandalias.


Además de las terroríficas duchas con moho, había también un montón de bañeras con patas en forma de garra contra una de las paredes, separadas por particiones que llegaban a la altura de la cintura. Me pregunté ¿Quién podría alguna vez querer
darse un baño en frente de un montón de gente?
Arriesgándome a todo tipo de enfermedades contagiosas, fui hacia uno de los lavamanos y salpique agua en mi rostro. Mirándome en el espejo, vi que el agua no había ayudado mucho. Mi rostro aún estaba de un rojo brillante por haber llorado, lo cual tenía el encantador efecto.

Agité la cabeza como si eso pudiera súbitamente mejorar lo que estaba viendo. No lo hizo. Así que con un suspiro salí para investigar el resto del vestíbulo de The Lorge.

No estaba sucediendo mucho en mi piso; solo el usual caos que se genera cuando lanzas brutalmente a cincuenta chicas juntas. Había cuatro pasillos en el piso tres, dos hacia la izquierda de la escalera, dos a la derecha. El rellano era enorme, así que había sido convertido en una sala de estar. Había dos sofás y muchas sillas, pero ninguno de los muebles combinaba, y todos se veían peor que desgastados. Ya que todos los asientos estaban ocupados, me pare cerca de la escalera.

El hada que había visto antes, la que tenía las lágrimas azules, se había recobrado aparentemente. Estaba envuelta sobre un decaído sofá estilo chartreuse, riendo con otra hada. Esta tenía alas verde claro que golpeteaban suavemente contra el respaldo del sofá. Siempre había pensado que las alas de las hadas serían como las de las mariposas pero eran más delgadas y traslucidas. Podías ver las venas corriendo a través de ellas. Eran las únicas hadas en la habitación. El otro sofá estaba ocupado por un grupo de chicas que se veían de alrededor de doce años. Estaban susurrando nerviosamente una a la otra, y me pregunté si eran brujas o cambia-formas.

La chica del cabello oscuro que había visto en el jardín se sentaba en un sitial, una especie de silla color marfil, ociosamente cambiando canales en la pequeña televisión ubicada en lo alto de un librero.

—¿Puedes por favor bajar eso? —dijo el hada de las alas verdes, girándose para mirar enojada a la chica en el sitial—. Algunos de nosotros estamos tratando de conversar, niña perro.

Ninguna de las chicas de doce años reaccionó a eso, así que me imaginé que todas eran brujas. Seguramente un cambia-formas se habría visto más ofendido.

El hada azul rió mientras la chica de cabello oscuro se levantaba y apagaba la televisión.

— Mi nombre es Emma —ella dijo, tirando el control remoto al hada verde—. Emma. Y me convierto en un puma, no en un perro. Si vamos a vivir juntas por los siguientes años, quizás quieras recordar eso, Branwen .

Branwen a hizo rodar sus ojos, sus verdes alas moviéndose suavemente.

—Oh, no estaremos viviendo juntas por mucho, te lo aseguro. Mi tío es el rey de la corte de las Hadas, y tan pronto como le diga que estoy compartiendo mi habitación con una cambia-formas... bueno, solo digamos que espero que mis hábitos de vida cambien.

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