Capítulo 01

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Tasya miró sus manos.

Sus delgados y largos dedos siempre habían sido delicados, propios de una modelo, de una mujer que vivía de su imagen y comportamiento más que por su fuerza u arduo trabajo manual.

Sus uñas, en un pasado, habían estado finamente arregladas a comparación de ahora. La tierra, y probablemente también sangre, se escurría entre ellas pintándolas de un color marrón salpicado con negro y bordó.

Los espacios en donde antes se colocaban anillos ahora tenían raspones, cortadas, y hasta alguna que otra quemadura. Sus nudillos de la mano derecha estaban vendados y los de la izquierda rojos. Esperaba y deseaba, hasta rezaría si fuese necesario, que no se los hubiese roto o algo por el estilo.

Pensó que tal vez, en algún momento, podría volver a ser la misma que antes. Con su cuerpo aseado diariamente, con su piel pálida sin zonas rojas debido a quemaduras del sol, con su rostro brillante por alguna crema o, al menos, con su cabello peinado. No era modelo ni había pensado serlo, pero no le disgustaba tomarse unos minutos para verse tal cual quería.

Se deprimió al saber que no, que eso no sucedería.

Que no se volvería a levantar pensando en estudiar para la universidad.

Que no volvería a colocarse base para que sus ojeras no se notaran.

Que no debía actualizar sus estados ni revisar los perfiles de sus compañeros para ver cómo la habían pasado en sus vacaciones.

Levantó un poco su vista, lo suficiente como para observar el objeto posado delante de ella.

En el piso gris había un arma, una pistola de la que desconocía el nombre pero que sabía muy bien cómo utilizar. Armarla y desarmarla eran actividades que hacía para no aburrirse en su soledad, mientras contaba una y otra vez sus municiones.

Seis, hacía meses que tenía seis.

Se decidió a guardarlas para casos extremos en los que las necesitase, y a lo largo del tiempo pudo ir arreglándoselas con cuchillos y a patadas y puñetazos.

Media un metro setenta y cinco, tenía que darle provecho a sus largas piernas, las cuales en estos tiempos agradecía tener, pues la ayudaban a correr más rápido.

Nunca había sido la más veloz, pero tampoco lo necesitaba. Solo tenía que ser más ágil que ellos, que los muertos, para poder vivir un día más, y por ahora lo lograba.

Tomó el arma de fuego, observándola más de cerca. Pensó que si ahora mismo ponía el cañón en su boca y disparaba, podría dejar de hacerse problemas por la comida, el agua, o el refugio.

Si apretaba el gatillo todo terminaría. No más preocupaciones, no más inseguridad, no más sufrimiento y no más pérdidas. Con esas dos acciones: apuntar y disparar, acabaría todo.

Y pasase lo que pasase luego de la muerte lo afrontaría. No podría ser peor que esto, peor que pasar de ser un ser social a la vida solitaria de un leopardo, cazando y luchando para vivir. Porque si, los seres humanos somos o éramos seres sociales, queramos o no, necesitábamos sabernos entender con otros para poder subsistir. Tanto para ir a comprar comida como para aprender y educarnos, era algo normal y habitual.

Tasya 《Daryl Dixon》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora