Decisión

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El metal negro le aprisionaba las manos, unas cadenas retenían a Espuria pero lo peor era el frio que despedían, como si le arrebataran la magia. Habían hecho un buen trabajo con eso, apenas sentía las corrientes mágicas. Había entrado por la puerta principal sin ninguna protección y fue inmediatamente atacada. Solo le había dado tiempo a tumbar a tres antes de que la redujeran con las cadenas negras. Ahora colgaba a metro y medio del suelo agarrada por esas mismas cadenas mientras el presunto líder del grupo terrorista la miraba.

- ¿Qué tal estas ahí colgada maldita imperialista?.- dijo un galo grande como un orangután de grandes brazos que hacia de jefe de la pequeña turba de terroristas. Pero de esa amalgama de músculos no podía haber salido ese plan. Los ojos de Espuria vagaron entre los miembros del grupo buscando alguien que salvar, si habían podido llegar hasta ahí es porque contaban con una buena mente.

- Oye, esto no me gusta, no es normal que los romanos envíen a la representante de la academia sin apoyo, aquí pasa algo raro.- dijo un negro casi tan alto como el orangután pero bastante más delgado y con una mirada más inteligente.- ¿Qué hacemos?.- la decepción inundo a Espuria, el negro estaba bastante bueno pero ningún verdadero líder inteligente preguntaría que hacer a ese fracaso intelectual. Tenía que haber otro que fuera el verdadero cerebro y esperaba fervientemente que no fuera el de la cara picada por la viruela, no le gustaba tener cosas feas cerca.

- Mmmmmm.- dijo el orangután haciendo como si pensará. En realidad era la manera en que los imbéciles pedían a los inteligentes que les dijeran que hacer.

- Creo que lo mejor sería interrogarla cuidadosamente. Podría sernos de ayuda para salir de aquí si no conseguimos eliminar los seguros antiteletransporte.- Por fin salía la inteligencia en forma de mujer negra. No era del todo su tipo pero estaba dispuesta a enseñarle lo que era el placer si ella se lo pedía muy amablemente. Una vez sabido esto solo quedaba saber de donde salía el presupuesto que convertía a un grupo de niñatos en asaltantes de una de las fortificaciones mágicas más impenetrables de oriente.

- No se quien os ha enviado a este trabajo pero esto no puede terminar bien- dijo Espuria poniendo voz compungida. Tantos años en arte dramático servían para algo.- pero os puedo conseguir un buen acuerdo.- si hubiera estado allí su esclavo Gaelio le habría censurado por jugar con la comida.

- Roma no trata con terroristas.- dijo el Orangután. Estaba claro que estaba muy contento con su papel de líder de puro musculo.- Confió en el líder. Confiamos en el líder- dijo mientras miraba al resto. Parecía que no todos estaban de acuerdo con esto.

- ¿Y por que no nos ha recogido ya? ¿nos dijiste que había preparado un plan por si no funcionaban las claves?.- dijo el de la viruela dándole una buena pista a Espuria puesto que si tenían claves era porque se las había dado alguien que las conociera y eso acotaba mucho las posibles personas y además si no estaba actualizadas eliminaban a los que conocían las nuevas. Ya empezaba a barajar nombres.

- Aun tenemos una misión. Tenemos que sacar de aquí el maldito bicho. Vamos a llevarla a la sala del generador.- dijo mientras señalaba a Espuria.- Marco Antonio cógela.

- Pero no habíamos quedado en que yo era Rómulo.- dijo el de la viruela.

- Joder, déjate de mierdas y tráela.- dijo la negra inteligente. Espuria chasqueo la lengua, de todos los que estaba allí precisamente tenía que llevarla el más feo.

La bajo del gancho con muy malos modos, ya no existen caballeros. La arrastraron por una serie de largos pasillos. Grandes tubos ocupaban todas las paredes y techos. El ambiente estaba cargado de energía que hacía zumbar levemente los objetos mágicos que llevaban. Espuria colgaba como un fardo del hombre del rosto picado, tras ella solo estaba la negra inteligente. Para cuando llegaron a la sala del reactor el virueloso ya le había tocado el culo cuatro veces, se lo haría pagar. La sentaron en una silla junto al panel de control general del reactor, durante un momento se salió del personaje. Hacia tiempo que no bajaba hasta el reactor y ya no recodaba lo que impresionaba. Más allá del panel de control, tras un cristal, se extendía la gigantesca bestia en la cámara de contención. Cientos de tubos se injertaban en su voluminoso cuerpo de serpiente. El ser estaba evidentemente muerto pero aun despedía un aura de poder que hizo retroceder a algunos de los terroristas.

Prospecciones mágicasWhere stories live. Discover now