¿Puedes imaginar un mundo en el que tus sueños se graven con tinta en tu piel como si fueran tatuajes? Conservar aquellos bonitos recuerdos de los sueños infantiles que todos tenemos recorriéndonos la piel, dándonos un recuerdo eterno de nuestras fantasías... Aquellos sueños que compartimos con nuestras personas especiales, que nos hacen sentir felices y que tenemos ganas de contárselos nada más despertarnos para no olvidarlos, nunca tendríamos ese problema, nunca se olvidarían. Esos sueños que nos hacen sentir felices, sonreír, despertar con ganas de seguir el día. Este mundo existe, pero en él hay tres pequeñas condiciones.
Primero, si esa persona con la que has compartido sueños se aleja de tu vida, esos tatuajes se volverán cicatrices y borrones de tinta.
Segundo, la única manera de borrar un sueño es con otro sueño todavía más impactante para el individuo.
Tercera, las pesadillas también son sueños.
Ahora, ¿serías capaz de vivir con todas esas experiencias tintadas en ti?
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El chico peliblanco estaba frustrado al despertarse aquella mañana, cubierto de sudor y lágrimas y mirarse al espejo. Su piel tan blanca y suave volvía a estar tintada de negro en un nuevo lugar, en este caso su cuello: una gran marca con forma de calavera había aparecido en uno de los lados de su blanco cuello. No pudo contener una lágrima de escurrirse por su mejilla, otra vez las mismas pesadillas... no soportaba tener tantas marcas, dentro de poco no podría taparlas todas.
En su espalda estaba el más grande de todos los tatuajes que poseía, unas alas de ángel extendidas tan grandes que le cubrían todo el ancho de la espalda. Serían bellísimas... si no fuesen alas rotas con plumas cayendo por todas partes, no era capaz de olvidar esa pesadilla incluso sin mirar a aquella marca, nunca podría hacerlo.
Él volaba por el cielo, como un ángel, cuando recibía ataques por todas partes, podían ser flechas, balas, cuchillas, o simples piedras; y daba igual lo mucho que intentase cubrirse, daba igual lo mucho que desease escapar de ahí, sus alas se dañaban y comenzaban a fallar dejándole caer a un vacío abismal, a una muerta 100% segura.
Se puso una bufanda para cubrir la nueva marca y salió de casa, había quedado con su compañero para hablar de su nueva canción durante un desayuno. Aunque después de esa pesadilla no le habían quedado ningunas ganas de desayunar, y mucho menos con él, ¿con el chico que causaba sus pesadillas sobre ser repudiado por su gusto en... en los hombres? Llevaba mucho tiempo enamorado de él, y no pensaba decírselo pronto, él creía que el peliblanco no tenía apenas sueños, después de todo, la mayoría de sus tatuajes no eran visibles.
Cerró la puerta de su casa con un portazo y comenzo a ir con paso rápido hasta la cafeteria donde habían acordado reunirse. Cuando llegó allí, el chico de ojos azules y pelo negro ya estaba allí, entró sin hacer ruido y se sentó delante de él. No pudo evitar la misma costumbre de siempre, mirar a la mano del chico donde se veían dos anillos entrelazados. Él siempre hablaba de que le gustaría casarse algún dia, ¿con quién había soñado casarse los dos ultimos años y todavía no se había separado de él? Era la pregunta que se asomaba por la cabeza de Mafumafu cada vez que se reunían y veía aquella marca.
Suspiró de repente, asustando al pelinegro que tenía sus ojos fijos en el menú y no se había dado cuenta de que el chico estaba ahí. Suspiró de alivio al ver qur solo era su amigo y bajó el menú para pasárselo, llevaba un jersey de un azul más oscuro que sus ojos, y le miraba sonriente.
—Hola, no te había oído llegar, Mafu. ¿Hace mucho que estás aquí?
—Que va, acabo de llegar.