Muy, muy mala idea, Hal

721 39 6
                                    




¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.




Muy, muy mala idea, Hal.

No era la primera vez que lo hacía. Tenía un buen cuerpo, sabía moverlo y cada vez le pagaban más por ello. Además, el dinero le iba bien para llegar a fin de mes y para cambiarle el embrague a su moto, que empezaba a fallar.

Un poco de contoneo por aquí, algo de sobeteo por allá, alcohol gratis casi siempre, y con suerte acabaría la noche lujuriosa con alguna de sus compañeras de show o con alguna clienta, aunque por ello, no cobraría.

Él no era un prostituto, era simplemente un bailarín, aunque bailaba con poca ropa ... está bien ... bailaba desnudo.

Hoy tocaba noche temática en el aeropuerto para una panda de ricos, a juzgar de lo que habían pagado por el espectáculo. Más del doble del sueldo habitual por menos de veinte minutos de mostrar el cuerpo a unos perfectos desconocidos a los que no volvería a ver. "Era pan comido"

No es que le entusiasmara el trabajo, pero últimamente, las horas como superhéroe y policía espacial acaparaban las suyas como humano trabajador que debe pagar las facturas para tener un techo bajo el que cobijarse.

Sonaba la música de Top Gun cuando un montón de señoritas con escasa ropa de azafata coparon la sala privada del restaurante. El piloto, que era él, salía bailando entre ellas. Ironías del destino, al menos el uniforme ya lo tenía, aunque tuvo que hacerle varias modificaciones para que fuera más fácil de extraer.

Nada más entrar, el homenajeado, que se sentaba en el centro de la ovalada mesa, se levantó. "No te escaparás" pensó el necio. Le agradaban los tímidos. Se apresuró a llegar hasta esa posición y lo sujetó por los hombros notando una extraordinaria resistencia a volver a ser sentado donde estaba. "¿Pero cuánto mide este tipo?" pensó el Linterna.

Finalmente, aquel hombre rico se dejó hacer y volvió a dejarse caer sobre su silla. Todos empezaron a aplaudir. Se había vuelto precisamente lo que deseaba, el foco de atención de todos los presentes que vitoreaban y se reían en un claro gesto de alabanza forzada a la mano que les daba de comer. Eso solo podía significar una cosa, más dólares en sus pantalones.

El piloto siguió con su labor, contoneando las caderas al ritmo de una música sensual y pegadiza que otros se animaban a bailar acompañados por las azafatas, las cuales habían perdido todas a la vez, la parte de arriba del uniforme. Casualidades de la vida.

Un par de mujeres entradas en años y cargadas de perlas sacaron sus billeteras y tímidamente al principio introdujeron los billetes en su cintura. Aquella iba a ser una gran noche. No eran de un dólar, eran de diez.

Hal se retiró la camisa y dejó ver su perfecto torso y abdominales definidas, que brillaban por el aceite que se había untado por todo aquel cuerpo pecaminoso que no pasó desapercibido a ojos de ninguno de los allí presentes, tanto hombres como féminas.

Mis dibujos originales (hechos por mí) y las palabras que los inspiraronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora