Cuando volví a la escuela iba a terminar contigo.
Eso tampoco lo sabías.
Pero como iba hacerlo, me estabas esperando a fuera de la escuela, con un oso rosado era una osita sin oreja.
—La señora sin oreja — dijiste antes de dármelo — no vuelvas a dejarme tanto tiempo, debes alimentarte bien para ya no volver a enfermar — y me abrazaste.
Ese día desee con todo mi alma curarme con tan solo comer bien.