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Mi cuerpo estaba demasiado pesado, mis párpados permanecían bien cerrados y sentía que mi piel estaba fundida a las suaves mantas que me cubrían. Campanillas de melodía tranquila sonaban, al tiempo que mi celular vibró constante y me avisó que ya era hora de salir de la cama.

- Arriba, princesa...- Dijo una voz aterciopelada, mientras un aliento fresco acariciaba mi mejilla, ahí donde depositó un besó.

Mi madre era una mujer muy distante, nada maternal, así que claro que no me despertaría con un beso... ¿Entonces quién?

Una sucesión de los eventos de ayer tomó posesión de mis pensamientos, abriendo paso a un estado alerta, con lo que me senté de golpe y el choque de mi frente contra quien se cernía sobre mí fue inminente.

- ¡Auch!- Se oyeron quejidos al unísono.

Ella sigue aquí.

- Elizabeth...- Dije con molestia sosteniendo mi frente. - ¡Largo de mi cuarto!

Me miró con enojo, pero luego pareció sopesar el momento, respiró y se calmó, peinándose con delicadeza con sus dedos.

- Nadia, mi querida niña, supongo que debes haber despertado con muchas energías, pero compórtate como la señorita que eres; deberías levantarte sin tumbar medio mundo.

Viré los ojos.

- Pues yo no te he mandado a acercarte ni ponerte sobre mí...

Me miró, levantando una ceja y sonriendo de medio lado.

- Cuida tu tono, jovencita, también ten en cuenta que éste es el cuarto que te he asignado.

Tiene razón, creo, sólo que lo recuerdo muy vagamente...

- Ajá, gracias por el regaño que no te estoy pidiendo. ¿Qué haces aquí?

Me miró, sorprendida, y simplemente sonrió, de brazos cruzados, como dándome tiempo a pensar...

En eso recordé: Ella lo sugirió y yo lo he consentido.

- Oh... Lo lamento. - Añadí, algo encogida de hombros, avergonzada y sintiendo la cara arder.

Ella negó sin dejar su sonrisa camada.

- Quise ser amable con una bella chica, pero recibí una contusión. ¡Hay que ver cómo terminaron las cosas!

Me estrujé la cara, incómoda.

- Ains... De verdad, discúlpame por eso, yo...- Desvié la mirada mientras tomaba mi celular.- ¡Es la tercera alarma! ¡Es tarde! – Salté de la cama para salir rápidamente de los edredones.

Ella intentó detenerme, pero me levanté con presteza, corriendo y con el ajetreo marcado a cada paso, hasta que entré al baño al fondo izquierdo de mi habitación, cerrando la puerta antes de que Elizabeth lograse llegar. Tenía que alistarme pronto para no perderme el tiempo para desayunar. Hice lo que debía hacer y empecé a cepillarme los dientes.

- Nadia... - Comenzó a entonar en tono de reproche tras la puerta. - No sé si es costumbre en tu hogar el cerrarle la puerta en la cara a sus compañeros, pero...- Hablaba ella desde fuera del baño, aunque supongo que podía entrar si quería.

Abrí la puerta, sinceramente molesta por no poder arreglarme en paz, y seguí en mi labor de alistarme.

- Pero tengo derecho a arreglarme para empezar el día sin sentir tu respiración en mi cuello, Elizabeth. Si quieres que me quede quieta, mátame en otro momento.

Rió como una colegiala.

- Oh, niña ruda, pues gracias por tu encantadora sugerencia, pero hasta ahora me agrada verte viva... En fin, en vista de que no puedo sacarte por la fuerza ni surten efecto mis trucos usuales, has dado como solución una simpática convivencia de la cual tenemos que hablar. ¿Has pensado en cómo será todo?

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⏰ Última actualización: Sep 04, 2020 ⏰

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Gunhild Hex (PREÁMBULO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora