Capítulo 18

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La familia Ortega



—Hola abuelita.

Oh... mi pequeña Avery —mi abuela me tomó entre sus brazos, Misael pasó por nuestro lado ignorando a la abuela y ella tampoco lo miró —. ¿Cómo estás querida?

Sonreí ampliamente y la abracé. Extrañaba a la abuela. Ella me consentía en todo. A pesar de que ya tenía nueve seguía siendo su favorita.

¡Muy bien abuelita! —me bajó y tomó mi mano besando la frente de Joshua, el cual acababa de entrar y me encaminó a la cocina —. Abuelita.

¿Si?

Me ayudó a subirme al taburete. Caminó hasta la cocina y puso a calentar una olla con agua. Joshua se sentó junto a mí y papá y mamá caminaron hacia las habitaciones de arriba por las escaleras, podía oírlos saludar a la abuela desde allí. Mis ojos dieron vueltas por la pequeña sala de estar.

Abuelita, ¿nos quieres a todos?

Ella se volvió hacia mí. Sonrió como si fuera la pregunta más fácil de todo el mundo.

Claro que los quiero a todos. ¿Qué pregunta es esa?

¿Y porqué no has besado a Misael? Como con Joshua y conmigo.

Se resbaló de entre sus manos un plato que apenas y había tomado. No dijo nada durante algunos segundos. Luego su mirada se perdió. Mamá apareció corriendo.

¡¿Qué ha pasado?! —miró a la abuela y fue hasta ella olvidando el desastre del plato en el suelo. —¡Mamá!

Parpadeó varias veces y negó sonriendo.

Estoy bien, estoy bien. Sólo se resbaló de mis manos y... me asusté un poco.

Vete a acostar mamá.

Mamá guió a la abuela y le pidió a Joshua que limpiara el desastre.

¿Puedes venir conmigo pequeña Avery?

Me lancé del taburete y acompañé a la abuela a su habitación en la primera planta. Cuando se acostó me senté a su lado. Mamá salió de la habitación y la abuela sonrió con pesar.

¿Quieres saber porqué no he besado a Misael como a Joshua y a ti? —asentí y sus ojos se apagaron por un instante —. Por que lo odio.

—¡Avery! ¡La cena ya está lista!

Me sobresalté. Al parecer me había quedado dormida después de darme una larga ducha. Froté mis ojos desganada y me levanté para caminar a la puerta.

—Avery espera. Antes de que salgas... —me detuve al oír la voz de mamá aún al otro lado de la puerta. —...Siento lo de antes. Yo sólo... Misael puede ser una mala influencia para ti. Sólo pensé que te había obligado a fugarte.

—¿Qué?

—Olvida lo que pasó antes. Lo lamento.

Mamá no dijo nada más. Pero yo tampoco me pronuncié. Esperé unos minutos para asegurarme de que se marchara. Entonces abrí la puerta. No caminé por el pasillo sino a la habitación frente a mí.

—¿Misael? ¿Estás aquí? —silencio. Toqué la puerta un par de veces y no hubo respuesta. —Misael. ¿Habrá bajado ya?

Fruncí el ceño. Tardaba en bajar siempre. Supuse que tal vez se había bañado y que esperaría a que mamá me pidiera bajar para poder ir juntos. Algo descontenta bajé en silencio para ir a la cocina y con la mirada en el suelo me senté en mi asiento.

Mi hermano y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora