Capítulo 6

127 17 3
                                    

  Todo era austera tranquilidad en la habitación de cierta peli-azul, quien, ultimadamente lloraba hasta quedarse dormida cuando el peso de la incertidumbre era demasiado para ella.Cada día que asistía a la preparatoria era contemplar el asiento vacío del rubio de ojos verde intenso que se había robado su corazón. Mientras una y mil teorías se engendraban en sumente, una más escandalosa y mórbida que la otra. No era sorpresa para nadie saber que Adrien Agreste tenia semanas desaparecido de los medios, obviamente sus ex –compañerosde clase lo atribuyeron a que la prensa y los paparazzi debía tenerlo como una diana de tiro al blanco con preguntas indecorosas, crueles y sensacionalistas. Era comprensible que seperdiera. 

Pero apenas las redes sociales de Adrien desaparecieron del sistema y su número telefónico anunciaba con una voz pregrabada que ese número no pertenecía a ningún suscriptor. Todoslo que lo quisieron alguna vez entraron en el mejor escenario de pánico posible de describir. Y no solo era por Adrien el asunto...Chat Noir tampoco daba señales de vida, aunqueúltimamente no hubiera akumatizados, habían forjado una gran amistad. Incluso se llamaban por medio de sus posesiones mágicas de vez en cuando, pero del Gato Negro de París nisus luces.

 Era extrañar a Adrien en el día y Chat Noir en la noche.

De súbito. El teléfono de Marinette comenzó a sonar enloquecido. La franco-chinesca despertó de un golpe algo asustada y mandado a Tikki accidentalmente contra la pared.

― ¡AU! ― se quejó la Kwami bermellón mientras se sobaba la cabeza, se dio justo en el punto negro que adornada su frente, en cuanto a Marinette. Estaba más ocupada en ver quien la estaba llamando a las 5:25am.

― ¿Alya? ― pregunto casi entre el sueño y la vigilia la de nívea piel, algo debía estar pasando para que la llamara tan temprano un sábado, así que simplemente deslizo el dedo en la superficie hacia el lado correcto y atendió la llamada no prevista― ¿Alya? ¿Qu...?

¡MARINETTE ENCIENDE EL TELEVISOR! ¡PON ÉLYSÉE TV! ― Si el grito de Alya a través de la bocina no despertó a sus padres seria de milagro. Mientras la peli-azul se frotaba el oído con una mueca horrenda de dolor, intento saber que pasaba exactamente.

― ¡¿Alya porque tanto escando?! ― bramo colérica y algo asustada en realidad.

― ¡DUPAIN-CHEG ENCIENDE LA MALDITA COSA! ― Ok, para que Alya la regañara con su apellido la cosa debía ser de vida o muerte.

― ¡V-voy! ― Toda atolondrada, salió de la cama como para evitar no tropezarse con las mantas o las escaleras y terminar fracturándose el cuello. Suerte para ella que tuviera una televisión propia. Inmediatamente ubico el canal preciso y lo que vio la dejo bastante pasmada―... ¿Qué...?  

El presentador del canal de noticias especializado en política de la ciudad de Paris lucia de un pálido enfermizo y estaba sudando como puerco en matadero.

Esto es un aviso serio. No se trata de una broma televisiva. El estudio de Élysée Tv ha sido secuestrado, de incumplir las demandas del perpetrador, todos los presentes aquí seremos asesinados― dijo el hombre de edad madura mientras se acomodaba los lentes de pasta negra y gruesa con dos temblorosos dedos.

Suficiente― dijo una voz joven aunque desteñida como si estuviera totalmente impaciente, y vaya que lo estaba. El presentador cerro los ojos con dolor mientras le hacia la seña al camarógrafo de enfocar al dueño de dicha voz. 

Marinette tuvo que cubrirse la boca para evitar gritar. Al fondo de ese estudio había muchas personas, quizá más de veinte. Todos amordazados y maniatados con claras señales de ensañamiento, no había distinción entre hombres y mujeres. Todos presentaban golpes, heridas abiertas y rastros de sangre en la ropa, había varios llorando y otros inconscientes. Y al frente de todo lo más escalofriante. Una figura masculina con una esperpéntica mascara negra de Nekomata, iba vestido con una chaqueta de cuero negra con hebillas una camisa roja con cruces invertidas y una que otra blasfemia bastante asquerosa, como sacado de la mente de un humorista negro.

Le Homme MortDonde viven las historias. Descúbrelo ahora