México x China

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Sé que es tarde, y que el cumpleaños de México es el 16 de Septiembre y el de China el 1 de Octubre, pero no le hace.

Era una noche de 18 de Septiembre. El cumpleaños del moreno había pasado hace dos días, pero aún así no se le quitaba lo ebrio a Pedro. Era irónico como su hermana menor Itzel tenía mejor resistencia al alcohol que él.

Siendo la parte norte del país, tenía al gringo como vecino. Él sin duda lo odiaba y le gustaba meterse en Casa del rubio porque sabía que eso lo molestaba aún más. Así que teniendo la valentía dada por su estado de ebriedad, saltó la cerca puesta por su vecino y entró a su casa.

Al principio le pareció igual de aburrida que antes. Le parecía demasiado prefabricada para su gusto, para él no tenía estilo. No como su casa hecha de ladrillos, con grandes habitaciones, estilo elegante de siglo, fuentes y estatuas que representaban a diversos personajes importantes para él.

Aún así decidió recorrerla por curiosidad. Entonces encontró una puerta blanca con una X roja en el centro. Parecía que había un letrero en inglés, pero a México le dio flojera leerlo. En primera, él no sabía ese idioma, y en segundo, no haría caso de nada que dijera el gordo. Así era el norte de México, un joven valiente y pende *beep* [Censurado por malas palabras que no todos los lectores deben ver] (?) Bien. Continuemos.

Fue fácil forzar la puerta. Pedro se rió por lo tonto que podía ser el gringo en cuanto seguridad de sus cosas y de su frontera.

Entró a la habitación tambaleandose. Vio varios aparatos extraños dentro de ésta. Entonces más efectos del alcohol aparecieron. Pedro se sintió tan mareado que se tuvo que recargar y sentar sobre uno de éstos aparatos extraños. Pronto, la migraña se apoderó de su cabeza. Movió sus brazos bruscamente hacia su cabeza, pero sin querer golpeó un botón y la máquina se encendió.

—Ir a... 5 de Octubre de 1911. A Imperio Chino de la dinastía Qing.

—Espera... ¿Qué dices?

De pronto, Pedro fue transportado a otro lugar y a otro tiempo.

El mexicano apareció tirado frente a las escaleras de un gran palacio de arquitectura extravagante.

—¿Dónde estoy?

Entonces vio a una bella dama vestida con ropas brillantes y muchos adornos en el cabello.

—¡Oiga, seño! ¿Sabe dónde estoy?

La dama sólo se giró y le quedó viendo con curiosidad. Los rasgos de ambos eran tan distintos que se quedaron mirando unos segundos.

Pedro era moreno, con cabellos ondulados, grandes ojos avellanas y rasgos mestizos con barbilla cuadrada. Mientras que la misteriosa dama tenía piel pálida, cabellos lacios, ojos dorados rasgados y rasgos finos.

En su estado, Pedro la veía como la mujer más hermosa de la faz de la Tierra. No importaba el embrollo en el que estaba metido, ahora sólo importaba lo que tenía enfrente.

—Mi nombre... —empezó a hipear—. Pedro.

La dama sólo le miró con disgusto. Entonces Pedro se desmayó y ella decidió ayudarlo alojandolo en el palacio.

Un día después, Pedro despertó en una gran habitación roja con decoraciones doradas, de Quetzacoatl posiblemente. Estaba vestido con lo que pensó sería un 'kimono' o una bata de baño.

Reflexionó un poco sobre lo que había pasado el día anterior. Cómo había llegado a ese lugar y tiempo, cómo había conocido a la dama, cómo hizo el ridículo frente a ella... Pedro se sonrojó por la vergüenza de pensar que la más hermosa mujer que haya pisado el planeta lo vio hipeando y desmayandose. Tal vez podría inventar una excusa.

México & los asiáticosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora