Capítulo 21: Cameron se pone en contra de las chicas

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Narra Mack:

Apenas sé si conseguí dormir aquella noche. Di más vueltas de las que pude recordar. No teníamos nada sobre lo que dormir, nada más que el frío y duro suelo. Ni una mísera almohada. Podía sentir que Cameron si dormía. Según lo que había dicho, llevaba allí mucho tiempo y parecía haber aprendido cuando aprovechar los momentos para dormir.

Pero yo no. Extrañaba demasiadas cosas y todo me resultaba aterrador. Aunque, gracias al cielo, al final conseguí dormir unas horas.

Cuando me desperté me dolía el cuello y la espalda. Cameron parecía que hacía rato se había despertado y tenía la mirada perdida, como casi siempre que le miraba. Aunque había algo que no podía ignorar: Tenía hambre. Me rugía la tripa y me la agarre al ponerme de rodillas.

–¿Tienes hambre?– Me preguntó de repente.

–Si. ¿Tú no?

–No demasiada.

–¿Y como lo aguantas?

–Aprendí a racionar mi hambre.

–¿Puedes hacer eso?

–Bueno, tengo algunos truquillos.

Cameron se metió la mano en el bolsillo y sacó algo que parecía un trozo de pan duro.

–Creo que esto te vendrá mejor que a mi.

Él se intentó acercar a mí y yo a él, pero nos quedamos a escasos centímetros el uno del otro. Las cadenas ya nos tiraban mucho, a mi por lo menos.

–Esto no funciona.– Dijo relajándose.

–¿Ni siquiera podemos tocarnos?

–¿Y para que queremos tocarnos?

–Pues para empatizar, por ejemplo.

–Empatizar...– Resopló y me lanzó el cacho de pan el cual cogí al aire.– Se nota que eras una chica.

–¿Como dices?

–Las chicas siempre queréis hacer las cosas juntas. Sois muy pesadas.

–¿Que? ¿Tienes algo en contra de las chicas?

–En realidad no.

–Eres un chico raro.

–¿Siempre eres así? Por que sino no voy a aguantar aquí encerrado contigo.

–Madre mía...

–Come y calla de una vez. Vas a agradecérmelo.

No sabía que contestarle. Estábamos secuestrados y a él solo se le ocurría ponerse a despotricar sobre las chicas. Pero le hice caso y comí el pedazo de pan. Aunque que la primera y única comida del día sea un trozo de pan duro no era demasiado agradable. Además, no estaba nada bueno.

–¿Está bueno?

–Esta asqueroso.

–¿Que esperabas? ¿Manjar de panadería recién horneado?

–La verdad, no se lo que me esperaba...

–Si... Puedes ir despidiéndote de todos los manjares que conoces...

Ahora Cameron si que parecía realmente triste. Me fijé en que a él, la ropa le quedaba más holgada y estaba muy sucia. Aunque estaba sentado con la espalda apoyada en la pared y las piernas estiradas hacia mi, podía ver que la cintura del pantalón le quedaba ancha. La camiseta estaba algo rota por el cuello y sucia por todas partes, igual que su chaqueta. En general el pobre chaval estaba hecho un desastre.

Se frotó los ojos y parpadeó un par de veces mientras yo comía cuando de repente, se escucho un grito desgarrador que me asusto mucho, pero no tanto como a Cameron al parecer, lo cual me pareció extraño si llevaba tiempo aquí.

–No, no, no, no...– Dijo repetidamente mientras recogía sus piernas, se tapaba las orejas con las manos adoptando una postura fetal.

–¿Que te pasa?– Le pregunté asustada.– ¿Que es eso?

–Son los otros...– Dijo asustado, muy asustado.– Hoy les toca a ellos. El sonido entra por la pequeña ventana de ahí arriba.– Dijo señalando el hueco del ventilador.

Se volvió a escuchar otro gritó. Era una mujer.

–Pe-pero... la está matando.

–No. Todavía no.– Se encogió más, si eso podía ser.

–¿Cameron, estás...?

–No. ¡Hace dos meses que no estoy bien! ¿vale?– Dijo y me miró por primera vez desde que empezamos a escuchar los gritos.– Y prepárate, por que mañana estarás en su lugar.

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