III

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La mente de Sunwoo viajaba a lugares recónditos en los que siempre se preguntaba por qué.

Lo menos relevante en la vida de Kim Sunwoo había sido siempre su atuendo, y sin embargo ahí estaba, su ahora mayor dilema era dejar buenas impresiones en el chico, era ésta su principal preocupación, aunque jamás fuera a admitirlo ni siquiera a sí mismo.

Llegó al lugar con varios minutos de antelación, cree que el tiempo ha estado jugando con él desde el comienzo o es que sus ganas por verlo le hacen actuar como imbécil. Tiene que admitirlo, el joven ha estado viviendo en su cabeza desde el primer instante en que cruzaron miradas. Haknyeon era el protagonista de sus fantasías, era simplemente indescriptible la sensaciones que le causaba incluso cuando no estaba cerca. Era como una nueva obsesión. Y él no tiene razones para estar así, pero tampoco las tiene para no estarlo.

Se sentó en la sexta hilera del lado derecho, no había nadie salvo un chico con algunos arreglos florales, suponía él que para los bailarines que darían el show esa noche. Se preguntó entonces sí debería comprar algunas flores para el mayor o si aquello sería demasiado. 

El espectáculo había comenzado con el número de solo féminas, una pieza de arte, debía aceptarlo. Aunque su mente seguía divagando, y es que desesperadamente necesitaba verlo.

Sus nervios se pusieron a flor de piel cuando por fin llegó el momento, sus manos temblaron, pero aquello no le resultó extraño; había seis bailarines más a su alrededor, pero solo Haknyeon logró atrapar su mirada. Sus movimientos eran magistrales y sus ojos magnéticos, le resultaba tan inevitable sentirse atraído hacia cada paso que éste daba, adoptando un lado que Sunwoo jamás logró imaginar de él, impresionándolo.

No supo el momento en que finalizó sino hasta que el público rugió y estalló en alaridos y aplausos mientras él seguía pensando en como el cabello de Haknyeon volaba con gracia cada que hacía un movimiento. Juraba que entre todos era él quien destacaba. No había palabras suficientes con las que él pudiera definir lo que comenzaba a sentir.

El morocho se plantó frente a él con su típica sonrisa brillante y sus ojos chinitos. Sus ojos que desprendían tanta vida, se dio cuenta en ese momento que era su naturaleza, esa felicidad nata que poseía. Era tan precioso que no podía envidiarlo.

Le entregó el par de flores que al final si había decidido comprar. Se obligó a sí mismo a observar su expresión, cada detalle en los movimientos del mayor. La delicadeza al momento de tomarlas, sus manos blancas empuñándolas y su nariz pequeñita como un botón enterrada entre los pétalos, se dijo a si mismo que nunca iba a olvidar aquel momento.

—Han sido mis favoritas desde siempre.— Su voz sonó clara y firme entre el resto de voces que avivaban el lugar. Su sonrisa no se borraba y él se sentía orgulloso de ser la causa.

—¿De verdad?— La pregunta es retórica porque para ese momento cada palabra que se desprendía de los labios del chico para él significaba pura realidad. —No lo sabía.— Y desde luego que no lo sabía.

Haknyeon rie y él medio sonríe por una milésima de segundos, un movimiento casi invisible, pero el mayor lo ve, y tal vez ha sido su imaginación, pero cree que el mayor le ha pedido que lo haga más seguido. Y no sabe si se refiere al detalle de las flores o su sonrisa.

De cualquier manera, Sunwoo cree que ha sobrepasado muchos límites, sin embargo le sigue, y espera no estar cometiendo un error.

wrong | sunhakDonde viven las historias. Descúbrelo ahora